Francisco explicó que el pecado siempre separa y divide cortando la relación con Dios y los hermanos
Un miércoles más el Santo Padre ha vuelto a analizar las partes de la Misa para subrayar la importancia de una celebración a la que los propios católicos asisten en muchas ocasiones con desgana y más obligados por la fuerza de la costumbre que por un verdadero conocimiento de su significado. Por eso, el Papa Francisco ha dedicado un ciclo de catequesis a desgranar parte a parte los Sagrados Misterios. En esta ocasión, ha hablado del acto penitencial que tiene lugar al comenzar la celebración.
En primer lugar, el Pontífice ha recordado que quien busca de corazón el perdón, lo encuentra. Por eso, el soberbio no siente la necesidad de pedirlo, pero sí «quien es consciente de sus propias miserias»: «Sabemos por experiencia que solo quien reconoce los errores y pide perdón recibe la comprensión y el perdón de los demás».
De nuevo, Francisco se ha encontrado ante una audiencia entregada, 6.000 peregrinos que abarrotaban el Aula Pablo VI y que respondían a cada una de sus invitaciones. Como por ejemplo, a la de confesar todos los pecados, pero sobre todo, a la de confesar los propios pecados, no los de los demás. Y, sobre todo, confesarlos de pensamiento, palabra, obra y omisión. El Papa ha hecho especial hincapié en estos últimos, -los de omisión-, al recordar que no basta con el falso buenismo de decir «yo no hago daño a nadie», «no basta con no hacer daño al prójimo, sino que es necesario hacer el bien aprovechando cada oportunidad para testimoniar que somos discípulos de Jesús».
Si bien el acto penitencial al inicio de la Eucaristía se realiza de forma comunitaria, la confesión que cada uno realiza es individual, ante Dios y ante los hermanos, aclaró el Santo Padre. Esa confesión ante los demás miembros de la comunidad es importante, -según dijo el Papa-, porque «nos ayuda a comprender la dimensión del pecado que separa de Dios y divide a los hermanos». E insistió: «El pecado corta: Corta la relación con Dios y corta la relación con los hermanos, la relación en la familia, en la sociedad, en la comunidad. El pecado siempre corta, separa, divide».
Pero hay solución para remediar el pecado, tanto con este acto penitencial como con la confesión sacramental para los pecados graves. De ahí que el Santo Padre animara a los fieles a fijarse en grandes «penitentes» de las Sagradas Escrituras, -como el propio San Pedro, Zaqueo o la samaritana-, quienes después de haber pecado tuvieron el valor «de abrirse a la gracia que renueva el corazón».
Antes de despedirse y, después de los correspondientes saludos en diferentes idiomas, el Papa Francisco deseó a todos los asistentes a la audiencia que este 2018 «sea un tiempo de paz para contemplar el abrazo de amor y ternura del Señor en sus vidas».
(Fuente www.abc.es)