Un día después del asalto al Parlamento de Hong Kong por miles de jóvenes para protestar contra la ley de extradición a China, esta ciudad tan cívica y ordenada intentaba encajar ayer el vandalismo que trajo el lunes el estallido de la violencia. Aunque el sentir mayoritario lamenta la ocupación y los destrozos en el edificio, hay bastante comprensión y hasta cierta disculpa con la radicalización de los jóvenes y adolescentes que tomaron el Consejo Legislativo (Legco) como si fuera La Bastilla. A pesar de la gravedad de los disturbios, la sociedad hongkonesa está muy resentida con el autoritarismo de Pekín y la falta de respuesta del Gobierno local, que ha suspendido el controvertido proyecto de ley pero no lo ha anulado oficialmente.
Entre paraguas destrozados, cascos desperdigados por el suelo, mascarillas pisoteadas, vallas amontonadas y cristales reventados, una cinta azul y blanca de la Policía marca el paisaje tras la batalla en el Parlamento local. «Después de todas estas manifestaciones pacíficas, con millones de personas en las calles, no ha habido reacción en la otra parte y la gente joven, desesperada, no sabe qué hacer. Incluso aunque han actuado de forma pacífica, no han conseguido nada», reflexiona el señor Fong, un locuaz empresario textil de 60 años, en la rampa que lleva al principal acceso al Parlamento.
Al otro lado del cordón policial, varios agentes uniformados custodiaban las puertas forzadas y otros de paisano comprobaban los cuantiosos destrozos. En plena resaca tras el día de furia en el Parlamento, hasta aquí llegaban gentes de uno y otro bando: unos para reprocharle a la Policía que no dispersara antes a los manifestantes y otros para abuchearlos por las cargas y el lanzamiento de gases lacrimógenos cuando salieron del edificio. «Los antidisturbios no hicieron nada; se retiraron y los dejaron entrar. Creo que querían cambiar la opinión pública sobre lo ocurrido el último mes», propagaba el señor Fong sus sospechas sobre la pasividad de la Policía, que solo intervino al final.
En Hong Kong hay muchos que piensan que las autoridades dejaron hacer a los jóvenes para que pudieran tomar el Parlamento y estallara el caos, como así ocurrió. «Con respecto al 12 de junio, cuando los manifestantes también intentaron entrar en el Consejo Legislativo, ha habido una falta de fuerza policial que creó el hueco que permitió el asalto», advertía el diputado Au Nok-hin, del bando democrático. A su juicio, «ha habido una diferencia entre ambos días y me pregunto si ha sido intencionada para que el movimiento pro-democrático pierda apoyo».
Lam rechaza culpabilidad
Compareciendo cariacontecida de madrugada, la jefa del Gobierno de Hong Kong, Carrie Lam, condenó el asalto al Parlamento y apeló a la sociedad para reflexionar en calma sobre la violencia desatada. Lam no se considera responsable de lo ocurrido, como le acusan los manifestantes, porque asegura haber tomado medidas, como suspender el polémico proyecto de ley, que promete que morirá con la legislatura en julio del próximo año. Más difícil es que cumpla las otras demandas: dimitir y retirar los cargos por disturbios contra los detenidos. A su lado, el jefe de la Policía, Stephen Lo, negó la dejación de funciones y atribuyó la tardanza en reaccionar a cuestiones de seguridad para no causar males mayores.
Según el periódico «South China Morning Post», los enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes dejaron 54 heridos. De ellos, tres están graves, ocho estables y el resto ha sido ya dados de alta. Además, trece agentes fueron hospitalizados.
Tal y como pedían los manifestantes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le comentó la crisis política de Hong Kong a su homólogo chino, Xi Jinping, durante su encuentro en la cumbre del G-20 en Japón.
Mientras sigue la limpieza del Parlamento, el hasta ahora apacible Hong Kong se pregunta si las protestas violentas serán la norma en el futuro. «En esta ciudad somos pragmáticos y pensamos más en los negocios, pero los profesores han politizado a los jóvenes», criticaban los Wong, un matrimonio mayor, tomando «dim sum» en un salón de té.
Ayudando a limpiar los restos de la toma del Parlamento, la señorita Leung recordaba entre lágrimas «a los tres mártires que, desesperados, se han suicidado para protestar contra la ley de extradición» y advertía de que «Hong Kong, bajo el control de China, se está muriendo».
(Fuente www.abc.es)