Por Miguel Gogny
En un giro político trascendental, Bolivia ha elegido a Rodrigo Paz Pereira como su nuevo presidente en la segunda vuelta electoral celebrada el 19 de octubre de 2025. Paz, senador del Partido Demócrata Cristiano (PDC), obtuvo el 54% de los votos, derrotando al conservador Jorge "Tuto" Quiroga, quien alcanzó el 46%. Este resultado marca el fin de casi dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS), fundado por Evo Morales y en el poder desde 2006. La elección general del 17 de agosto de 2025 no arrojó un ganador con el 50% necesario, lo que llevó al balotaje, un hecho inédito en la historia reciente del país.
Los resultados, confirmados por el Tribunal Supremo Electoral, reflejan una participación del 85%, evidenciando el clamor por un cambio ante la severa crisis económica. Bolivia enfrenta una inflación galopante, escasez de divisas y un declive en la producción de gas natural, su principal exportación. Paz, de 58 años e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989-1993), se consolidó como una figura moderada, atrayendo a votantes desilusionados con el MAS y el radicalismo de Quiroga. Su campaña prometió reformas económicas graduales, ganando apoyo en sectores urbanos y rurales cansados de la polarización política.
El triunfo de Paz significa un viraje hacia el centro-derecha, el primero desde 2005 sin un candidato del MAS en la boleta. Su victoria refleja el anhelo de estabilidad tras años de caos, incluyendo el golpe de 2019 contra Morales y la gestión de Luis Arce, actual presidente del MAS. Paz asumirá el cargo el 8 de noviembre de 2025, junto a su vicepresidente Edmand Lara, en un contexto de fragmentación legislativa. El MAS, aunque debilitado, conserva escaños en el Congreso, lo que podría obstaculizar las iniciativas de Paz.
Las expectativas sobre Paz son altas, pero pragmáticas. Ha prometido un “capitalismo para todos”, con énfasis en atraer inversiones extranjeras, diversificar la economía más allá de los hidrocarburos y mejorar las relaciones con Estados Unidos, deterioradas bajo el gobierno socialista. Nueve países, liderados por EE.UU., han ofrecido apoyo, viendo en su elección una oportunidad para fortalecer lazos democráticos en la región. Sus propuestas incluyen reformas fiscales para reducir el déficit, inversión en litio —Bolivia posee las mayores reservas mundiales— y programas sociales moderados para combatir la pobreza, que afecta al 40% de la población.
Los desafíos son colosales. La economía creció solo un 2% en 2024, y Paz enfrentará protestas sindicales del MAS que podrían bloquear sus planes. Expertos advierten que su enfoque gradual podría no abordar la crisis inmediata, como la devaluación del boliviano o la dependencia de importaciones. Además, debe unir a un país étnicamente dividido, donde indígenas y mestizos exigen inclusión.
Jorge "Tuto" Quiroga, defensor del libre mercado, no logró con su visión radical romper el legado de la izquierda, pero su bancada será clave para apoyar reformas. Samuel Doria Medina de la Alianza Unidad, con una sólida representación congresal, ha expresado disposición para colaborar y superar la crisis propiciada por el izquierdismo de Morales.
Un corolario significativo es la comunicación del subsecretario de Estado de EE.UU., Christopher Landau, quien transmitió a Paz un mensaje del presidente Donald Trump, ofreciendo respaldo político, ayuda económica y cooperación contra el narcotráfico, además de asistencia temporal para mitigar la escasez de combustibles que golpea a Bolivia. Esto también señala las intenciones de Trump respecto a Evo Morales, incluido junto a Maduro, Petro, Ortega y Díaz-Canel en la lista negra del narcoterrorismo latinoamericano.
La elección de Rodrigo Paz inaugura una nueva era en Bolivia, con esperanzas de prosperidad y reconciliación política. Su éxito dependerá de implementar reformas con equidad social, evitando errores del pasado. Los bolivianos observan con optimismo cauteloso, anhelando estabilidad duradera.