Punto de Encuentro

El compañero Jorge y la ideología aprista (I)

Un César Hildebrandt en formato Zoom, pero con las mismas anteojeras y prejuicios de su época de la TV abierta, entrevista a un político de larga trayectoria con flamantes aspiraciones presidenciales. Lo que se discute, en este momento, en las redes del PAP (Partido Aprista Peruano), la comidilla política dentro de la militancia aprista de los últimos días es la inadecuada performance “ideológica” de Jorge Del Castillo (JDC) frente al menudo periodista, el mismo que, según el escritor Fernando Ampuero, “muchos le temen y pocos le contestan”.

Debemos precisar como cuestión previa que no todos los miembros del PAP están llamados a ser grandes ideólogos: Lo que en otros partidos es una carencia, en el caso del PAP hay una sobreabundancia. Dios fue generoso con el aprismo y lo dotó de miles de compañeros con intereses teóricos. De hecho, es frecuente que en alguna reunión política intervenga con abundantes reflexiones teóricas el compañero X, cuya pretensión es ser “más hayista que Haya de la Torre” y que, mirando al resto, cual recua de acémilas, exprese, con soberbio desdén: “Pasa que no leyeron las obras completas, compañero”.

El PAP es único partido-escuela que apuesta decididamente por la adecuada formación de sus militantes y cuadros políticos. Esta cualidad del aprismo es reconocida incluso por sus más feroces opositores. Muchos nos acercamos al aprismo por la curiosidad de saber más sobre la fascinante vida de Haya de la Torre y de líderes como Seoane o Sánchez, conocer sus discusiones con el comunismo y la derecha reaccionaria, la propedéutica de una propuesta original y revolucionaria que nació en nuestro país con proyección internacional. Dentro del partido aprendimos que el necesario aprendizaje teórico como parte de la reflexión política no inmovilizaba, todo lo contrario, era fundamental tener una guía doctrinaria para la acción, ideas que se plasmaban en diversos libros de doctrina y en el debate periodístico. Era otras épocas, que duda cabe.

Tomar el poder como actividad revolucionaria es, sostenía Malaparte, una cuestión técnica. Una vanguardia convencida, no muy numerosa y bien formada podía liderar el cambio: el caso quizás más paradigmático es la organización de la facción bolchevique liderada por Lenin y secundada en lo militar y en lo político por Trotsky. Como sabemos ahora, el miserable Joseph Stalin era un vulgar asalta trenes pero que tuvo la habilidad de generar un equilibro del poder a su favor tras la muerte de Lenin.

Esta referencia no es accidental. Creo que en toda actividad política (sea revolucionaria o democrática) uno tiene compañeros de ruta, vanguardias y personas que se encargan del “trabajo sucio” dentro de la organización. El problema surge cuando el liderazgo lo ejerce el que cortaba el jamón y limpiaba las migajas a los compañeros o camaradas del comité central o la secretaria general. Mi hipótesis es que el compañero Del Castillo es esencialmente un político, un habilidoso político. Los cargos que ocupó dentro y fuera de la organización partidaria lo confirman. Pero no es, en definitiva, un teórico orgánico del aprismo. Por tanto, no se le puede pedir profundas reflexiones sobre lo que es el aprismo, de la izquierda democrática o de la socialdemocracia (términos que usa con frecuencia como si fueran intercambiables). Es pedirle demasiado a JDC que además nos ilumine con una audaz reflexión filosófica. Su habilidad y la buena suerte (la famosa virtud y fortuna maquiavélica) lo situaron siempre en el momento y el lugar indicado. Quiero ser enfático: No es quitarle méritos el reconocer que supo aprovechar el lugar y la hora adecuada a lo largo de su carrera política. Pero, siendo honestos y orientándonos a la coyuntura política actual, me quedan muchísimas dudas sobre el liderazgo de JDC para ocupar ese cargo tan tentador como es la presidencia de la república.

En su biografía política, JDC tuvo su mejor momento cuando el presidente García (AGP) lo nombró presidente del consejo de ministros en el segundo gobierno aprista. Creo que cualquier persona puede formularse, sin mala leche, la pregunta sobre las competencias de JDC para ocupar tal cargo (o intentando buscar las razones que lo impulsaron a tomar esta importante decisión a AGP). Creo que AGP, animal político insustituible, entendió que su legitimidad política era frágil y necesitaba alguien que fuera una suerte de aval político en la segunda presidencia ¿Qué aprista era el que mejor se llevaba con esa sustancia rara llamada la derecha peruana? ¿Quién podía ser un interlocutor razonable ante la Sociedad Nacional de Minería, la CONFIEP, etc.? La figura (entonces) discreta y bomberil del fiel Jorge (Jorge Lealtad) aparece impertérrita para cumplir la misión que AGP y los mártires del aprismo le encomiendan: hacer el mejor gobierno de nuestra historia republicana.

Estas seguridades que el PAP le ofreció a la derecha recaían en la confianza que le tenían a JDC. Estoy seguro de que Jorge debe tener una de las mejores redes de contactos del Perú. Incluso fui testigo, allá por la primera década de este siglo, de cómo apagaba incendios con solo una llamada. Ese era el poder de JDC durante la segunda presidencia aprista. Con un manejo económico ortodoxo en pleno auge del precio de los metales, el Perú era un hermoso velero impulsado por las poderosas fuerzas del mercado y cuyo timonel, AGP, podría navegar seguro con Jorge como “bote salvavidas” frente de los grandes e insaciables intereses de la derecha peruana.

Ahora sí, teniendo la cancha nivelada y bien marcada, podemos analizar que pasó durante la entrevista:

  1. Jorge se jugó por la democracia en plena dictadura. El programa fue un homenaje a su cuñada, trabajadora de una institución bancaria que filtró (con JDC como intermediario) al diario Liberación dirigido por el pequeño periodista, las millonarias cuentas de Vladimiro Montesinos. Ojo, todo encaja perfectamente excepto por un momento, en el que Jorge señala que quien realizó el saqueo durante el régimen fujimorista fue “especialmente Montesinos”. Y esta disquisición no es accidental: es parte de la narrativa sobre la existencia de un “fujimorismo bueno” que permitió (años después) un diálogo entre fuerzas políticas. Como luego se pudo comprobar, el fujimorismo encontró en JDC un político hábil con el que se podía llegar a acuerdos (“para garantizar la gobernabilidad, la Constitución del 93, el régimen económico, etc.”) En ese sentido, JDC es una recreación histórica de Ramiro Prialé, pero menos orgánico, con mucha menor nobleza y tremendamente más ambicioso: para Jorge, conversar es pactar.
  2. La incapacidad de JDC para dar respuestas a las preguntas malditas que le formuló CH es manifiesta. ¿Fueron los apristas los caviares del siglo pasado? Cuidado, hay que estar atentos a la pregunta. CH la formula a partir del contraste entre la supuesta postura “más revolucionaria” de Mariátegui frente al tibio y pequeñoburgués proyecto aprista. Jorge no entendió el reto que le presentó el periodista, viejo pero sagaz: no era una pregunta de coyuntura, era una pregunta histórica y de doctrina. Pero la ignorancia de Jorge, en cuestiones ideológicas, en esta oportunidad le jugó a favor: lanzó la respuesta del típico político tradicional (los siempre efectivos lugares comunes) pero un poco lejano de las canteras ideológicas del APRA.
  3. “Haya fue izquierdoso, Jorge”, le lanzó arteramente CH. Y la realidad es que si lo fue y no hay que sentir vergüenza por ello. Haya de la Torre fundó el aprismo como la superación dialéctica del marxismo aplicado como método de interpretación a las condiciones indoamericanas. En el contexto latinoamericano,  concretamente el peruano y para la plutocracia local de esa época, Haya era un subversivo. Lo que no entiende CH y menos JDC es que para el espacio-tiempo histórico europeo de ese momento, Haya era probablemente el equivalente a un socialdemócrata alemán o un laborista inglés.
  4. Cuando se le pregunta sobre las vigencias de las ideas de Haya, regresan los lugares comunes: algunas ideas del programa máximo que cierta derecha liberal podría aceptar (en este momento histórico) como la internacionalización del Canal de Panamá. JDC responde haciendo alusión a Trump, acusándolo de practicar un “neoimperialismo” (se comprende la confusión de parte de JDC, un especialista en el conocimiento del estado, pero no de la compleja política internacional). CH le responde “pero ese es el Haya de Treinta años de aprismo, no el de El antimperialismo y el APRA, el Haya que empieza su autoerosión”. Jorge afirma, sonriente, “bienvenido el capital extranjero”, pero uno nota cierto tic nervioso que anuncia que se está ahogando en una vorágine conceptual. La respuesta, compañero Jorge, era muy simple: Haya y el presidente García nunca dejaron de considerar la necesidad de hacer frente al imperialismo mediante construcción de un estado antimperialista y la integración continental (simplificando, pido comprensión por razones de espacio). Seguramente el presidente García le hubiera dado una clase de historia a CH, pero JDC no pudo participar de la discusión por su muy evidente y limitada falta de formación doctrinaria.
  5. “Pero el SEASAP es sectario, Jorge”. “Si – responde JDC, son lemas que tienen que ver con la mística”. Seguramente los mártires de la revolución de Trujillo, los perseguidos, los fusilados, los desterrados solo por su condición de apristas creían que el SEASAP era “solo un lema”. La respuesta correcta, compañero Jorge, era explicar que una organización que estaba en la clandestinidad, perseguida por la policía y el ejército, necesitaba para poder sobrevivir de una estructura férrea, vertical. Eran, como dijo Santa Teresa de Jesús, tiempos reacios. La disciplina partidaria era condición sine qua non para garantizarle la vida a Haya y a los principales dirigentes. ¿Leyó El Sexto? Aunque terriblemente antiaprista, la novela de Arguedas es un fresco muy real de lo que sucedía en aquellas épocas. En realidad, compañero Jorge, hay una ingente literatura sobre esos años y como la necesidad de sobrevivir foguearon a la organización en una rígida verticalidad, que seguramente se mantiene a un nivel hasta la fecha.
  6. Un aspecto que tampoco pudo responder es sobre la internacionalización del Canal de Panamá. Pensando como aprista, aparece la urgencia de adecuar la propuesta auroral o primigenia al momento en que vivimos. Ello nos lleva, indubitablemente, a mantener nuestra posición antimperialista y revolucionaria sobre el Canal, ya que el problema no terminó con el Tratado Torrijos-Carter: el Canal será un espacio de pugna por su hegemonía por parte de las potencias. Un aprista debe respetar la soberanía panameña del Canal y proponer que su uso no sea de dominio exclusivo y excluyente por parte de ningún país. Eso es internacionalizar en esta era, compañero Jorge. Me nace la duda de cual hubiera sido su intento de respuesta o el amague, si el pequeño y taimado periodista le hubiera preguntado sobre la nacionalización de tierras e industrias. CH también empezó a perder reflejos, pero estoy seguro de que esa interrogante era un uppercut que usted no hubiera podido bloquear.

Continuará…

NOTICIAS MAS LEIDAS