En 2015, la ONU y 193 países suscribieron una agenda cuyo objetivo principal era la promoción de las personas, la prosperidad de los países y el cuidado del planeta. Inicialmente, este acuerdo fue ambicioso para ciertos grupos del mundo, gobiernos, ONG y grupos de poder, ya que ciertamente abría la posibilidad de construir agendas propias con base en estos objetivos.
Se han cumplido 10 años de aquel acuerdo, que aún sigue vigente. Se ha logrado que temas como la ideología de género puedan tener lugar en los espacios de discusión de los políticos, de los Estados en sí, no logrando los objetivos primordiales: la prosperidad de los países, la promoción de las personas y el cuidado del planeta. Hoy en día hay cada vez más gente pobre, más trata de personas, mayor desempleo; la minería ilegal impera en países andinos, hay mayor injusticia en la administración de justicia y, sobre todo, autoridades y clases políticas corruptas.
Es decir, hoy tenemos mayores tasas de baja natalidad en el mundo, según estudios de organismos como Eurostat (Oficina de Estadística de la Unión Europea). Esto generará en los próximos años crisis demográficas. La corrupción hace que los presupuestos públicos se desvíen hasta en un 25 % para pagar coimas y otros pagos ilegales a nivel mundial, según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, entre otros temas que se están dando en estos años en el mundo.
Lo importante a plantearse
Si bien actualmente existe esta agenda proglobalización, que a todas luces no ha funcionado, los países que buscan un norte donde esté el progreso, la prosperidad y las personas como fin del Estado deben plantear puntos importantes que se deben promover de forma urgente.
El primer punto es la familia: fortalecer el rol de la familia en sociedades “tóxicas”, donde cada vez existe más aislamiento tecnológico. El rol del consumismo hace que se formen menos familias, más jóvenes sin objetivos claros, menos relaciones cercanas entre las personas y más familias “partidas” a causa de la migración como consecuencia de dictaduras, guerras, trata de personas o la muerte violenta de algunos de sus miembros. Se debe volver a fortalecer la familia como un aliado del Estado para la formación de ciudadanos en valores, a fin de lograr sociedades sanas.
Supresión de los temas ideológicos. Lo importante hoy en día es la igualdad entre hombre y mujer para que tengan las mismas oportunidades, sin politizar este enfoque. Tanto el hombre como la mujer tienen una naturaleza que no tiene nada que ver con entornos sociales, sino que es parte de la naturaleza humana.
El control de la inteligencia artificial, de forma que pueda ser utilizada de manera adecuada para mejorar las condiciones de muchos sectores productivos y de la investigación para mejorar la calidad de vida, entre otros. No podemos pensar que este nuevo paso como humanidad pueda regularse por sí mismo y, sobre todo, que sea manejado de manera inadecuada.
Desarrollo sostenido de los países. El desarrollo de los países no depende de grandes aparatos estatales, sino de la generación de riqueza a través de sus ciudadanos, con simplificación burocrática y menos presión tributaria, con una apertura que permita generar inversiones y tener economías abiertas.
Humanizar a los Estados. Se requieren Estados más humanos. La COVID-19 nos enfrentó a una realidad en la que los servicios básicos para los ciudadanos a nivel mundial colapsaron, evidenciando que en los países emergentes no existían Estados con humanidad, sino que los ciudadanos eran simples estadísticas.
Acceso a servicios de salud de calidad. A pesar de la lección que nos dio la pandemia, hoy en día aún no hemos aprendido que los servicios de salud deben tener estándares de calidad tanto en los países en vías de desarrollo como en las potencias que marcan la agenda del mundo.
Una educación basada en un enfoque emprendedor. Hoy en día, muchos de los países siguen teniendo enfoques educativos basados en la industrialización y no en un enfoque emprendedor, algo que se requiere de manera urgente. Este enfoque emprendedor dará a los países generaciones que aporten innovación, riqueza y la oportunidad de liderazgo en los diversos sectores productivos.
Estos son algunos puntos de agenda que realmente se deben tener en cuenta si queremos sociedades más justas, sanas y más “inclusivas”. Esperemos que, en 2026, se pongan en discusión estos puntos entre las principales potencias del mundo y los organismos multilaterales, ya que lo que no funciona hasta hoy requiere replantear los objetivos al 2030.