Por Antero Flores-Araoz
Acaba de publicarse en un medio local, un informe del Instituto Peruano de Economía, sobre las actividades del nuevo puerto de Chancay, operado por una empresa de China asociada con una empresa privada peruana.
En tal informe se da cuenta que en los primeros seis meses de actividades, que coinciden con el primer semestre del presente año, en el puerto de Chancay se han movilizado 1.2 millones de toneladas de diferentes bienes, lo que significa el 3.5% del total nacional.
Aunque la primera cifra parecería muy importante, no es lo que se suponía se iba a movilizar y ello se debe a la gran diferencia entre la velocidad como se ha construido el puerto por la inversión oriental, con las tareas que correspondían ejecutar al Estado Peruano en sus diferentes nivele gubernamentales.
Mientras los chinos ejecutaban sus obligaciones a velocidad de crucero, el Estado del Perú lo hacía a velocidad de caballito de totora, cercano por cierto al desplazamiento de una tortuga, pero no de cualquier tortuga sino de tortuga coja, para ilustrar la decepción de la población por la falta de capacidad estatal para cumplir con sus deberes, facultades y atribuciones
Hay que advertir que los chinos concluyeron a tiempo la primera etapa del proyecto portuario, pero que ante la irresponsabilidad del Estado Peruano para facilitar la operación portuaria y hacer de Chancay un hub logístico y también empresarial, bien podrían exonerarse de hacer las siguientes etapas portuarias.
Lo señalado no solo afecta a Chancay sino incluso a quienes podrían arriesgar sus capitales en lo que podría ser el puerto de Corio al sur de nuestro litoral.
A excepción de la Municipalidad Distrital de Chancay y su dedicado alcalde, las demás autoridades están francamente pintadas, pues lejos de colaborar con Chancay, a lo que están obstinados es a ponerles trabas y no se avanza.
Chancay ha elaborado con un grupo de talentosos profesionales los estudios de planificación urbana a fin de que ése puerto y la zona urbana, así como la rural, puedan crecer armónicamente y no haya desorden alguno, habiéndose consignado los tramos de transporte vial así como las diversas zonificaciones, que comprenden las de patios de contenedores y desarrollo industrial.
Mientras el Ministerio de Vivienda cooperó con la planificación urbana, con excelente tecnología y experiencia, el Ministerio de Transporte diseñaba las rutas para ingreso y salida de Chancay con absoluta demora, pero lo que es peor todo contrario a las expectativas de la población. La Presidencia del Consejo de Ministros, pudiendo poner orden en las diferencias entre los otros citados ministerios, hasta ahora no lo hace y los problemas subsisten.
La crítica no solo es por la demora en que el Estado debe cumplir en Chancay con sus obligaciones, sino también que los retrasos incentivan a que cada quien haga lo que le da la gana, poniendo sus actividades y negocios en sitios inconvenientes lo que afectará la conectividad, así como el orden y planificación urbana.
¡Esto es un caos!