Alemania está sacrificando su industria automotriz ante el altar de la religión climática. BMW, Mercedes Benz y Audi compiten por fabricar autos eficientes pero eléctricos, lo que demanda una inmensa cantidad de litio, por lo que buscan yacimientos en el mundo entero, los que contaminarán el planeta de manera nunca antes vista; pero, ya sometidos a la ideología woke, es el único curso de acción que imaginan seguir. Por supuesto, incursionan en una tecnología que no dominan aún, renunciando a la de motores de combustión que les dió fama y liderazgo, mientras que China impulsa sus marcas con la ventaja de tener aseguradas reservas de litio en los países que controlan en África y también Bolivia. Ese es tan solo un ejemplo de la estupidez mundial que viene condenando a Europa Occidental a la irremediable decadencia, pues su otrora capacidad productiva está condicionada por la urgencia de “salvar al mundo”, cuando son los únicos países que han implementado políticas en contra de su propia economía.
Destruyen sus centrales nucleares y renuncian al petróleo, pero al carecer de otras fuentes energéticas, deben comprar el gas caro a EEUU, pues se encuentran enemistados con Rusia al defender a Ucrania, el país más corrupto de Europa, invadido por el principal proveedor de energía de los hogares europeos, necesitados de aire acondicionado para sobrevivir a sus veranos y a sus inviernos. ¿Quiénes sufren más las políticas de la UE? Inevitablemente las familias de los trabajadores, las mayorías, pues no pueden pagar la cuenta del gas, ni tampoco comprar carne para sus hijos porque tiene un impuesto especial pues, según los “progres” las vacas contaminan el aire con sus efluvios. Precisamente, los granjeros del Países Bajos han sido advertidos de eliminar la mitad de su ganado, por el mismo motivo. La clase media europea ya debe comprar viajes en avión o en cruceros con sobreprecio y casi a escondidas, pues se presumen actos desconsiderados con el planeta. Por eso también, deben congelar su basura orgánica, dentro de sus hogares, durante dos o tres semanas, porque por ideología, no se recoge la basura todos los días.
Europa está en franca decadencia, no solo económica sino también cultural, mientras que los países del sudeste asiático los han reemplazado en el liderazgo industrial, tecnológico y comercial. Peor aún, han perdido el concepto elemental de que las políticas públicas se aprueban en función de las necesidades de los ciudadanos. Ahora, es la religión climática la que impone los objetivos en las decisiones políticas, en la creencia dogmática que los seres humanos somos capaces de acelerar o de impedir los naturales cambios que operan en el planeta desde hace cientos de miles de años. Peor aún, Europa y sus políticas radicales son apenas un lunar en el mundo, por lo que resulta perfectamente intrascendente el sacrificio de sus nuevas generaciones, injustificadamente empobrecidas.