Punto de Encuentro

La seguridad interna en un gobierno

Julien Freund sostenía que el bien común como fin del Estado se traducía en la generación de concordia y paz interior y la seguridad exterior. Son los “mínimos” que garantizar la viabilidad y la supervivencia del Estado. Hobbes, autor que en estos años ha recobrado inusitada vigencia sostenía en el Leviatán: “Por último, cuando en una guerra (exterior o intestina) los enemigos logran una victoria final, de tal modo que (no logrando las fuerzas del Estado mantener sus posiciones por más tiempo) no existe ulterior protección de los súbditos en sus haciendas, entonces el Estado queda DISUELTO, y cada hombre en libertad de protegerse a sí mismo por los expedientes que su propia discreción le sugiera”.

Es una conclusión lógica e ineluctable que el gobernante pierde legitimidad si no mantiene la paz interna y la seguridad exterior. El Estado, si bien puede mostrarse incapaz de generar progreso y desarrollo, debe, por lo menos, evitar lo que Hobbes denominaba como “la muerte violenta” que se genera en la lucha de todos contra todos.

Sabemos, también, que la democracia contiene fuerzas centrípetas y centrifugas: así como existen tendencias políticas que son leales al sistema democrático, el modelo es tan generoso que permite la presencia política de los antidemócratas, facciosos o subversivos. Incluso, como demuestra la historia, algunos tiranos llegan al poder por la vía democrática.

¿Qué ocurre con la seguridad interna cuando fuerzas disolventes toman el control del estado? Esa es la pregunta que se formula la gran mayoría de la población buscando encontrar una respuesta y creyendo, ingenuamente, que Castillo es el inca que estaba buscando el marxista Flores Galindo. Es, desde luego, evidente la incapacidad del Estado de articular una política de seguridad integral. Esta situación se agrava como consecuencia del desgaste dentro de la Policía Nacional del Perú por las pugnas políticas internas entre la oficialidad contemporizadora con el oficialismo y el sector institucionalista. A todo ello, y es el factor oculto en esta situación desoladora, existe una mala lectura de la situación del país por parte de la oposición política. No logran comprender (ante una realidad que nos golpea directamente en la cara) que estamos ante un proyecto comunista de hegemonía continental. Y, en este contexto, tanto las fuerzas de seguridad como el aparato punitivo serán cooptados y puestos al servicio del poder político. Advertidos estamos.

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