El precedente de Cataluña podría contagiarse a innumerables regiones
Córcega, Bretaña, Padania, Flandes, Escocia o hasta Baviera. Pocos países europeos se libran del virus del nacionalismo regionalista y probablemente incluso en estos no se puede excluir que acaben sufriendo algún tipo de contagio. La Unión Europea contempló con mucha inquietud el referéndum sobre la independencia de Escocia en 2014 con la esperanza de que podría servir para poner fin al debate de lo que el Rey Alberto II de Bélgica definió como «subnacionalismo». Pero ha sido al revés.
Después de Escocia se ha producido la ruptura de todo el Reino Unido con la UE y a la efervescencia independentista en Cataluña están siguiendo movimientos en Córcega, donde los nacionalistas han tomado el poder en las elecciones locales, o la región de Bretaña, lugares donde se creía que el centralismo francés lo haría imposible. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ya advirtió en un discurso ante universitarios luxemburgueses las consecuencias catastróficas de esta evolución. «Si Cataluña se independiza, otros harían lo mismo. Y no quiero una UE de 98 Estados».
Hasta el belga Michael R Lupant, presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Vexilológicas (FIAV), ha resaltado el incremento del uso de banderas con base más o menos histórica para representar el creciente número de movimientos nacionalistas que intentan fomentar en el seno de la Europa democrática lo que Benedict Anderson, uno de los grandes estudiosos del nacionalismo, define como «comunidades políticas imaginarias».
De alguna manera, la Unión Europea se creó con la idea de superar a los estados-nación y es posible que esa tendencia los haya debilitado hasta el punto de que ello haya favorecido la profusión de movimientos regionalistas.
Romain Pasquier, miembro del CNRS francés considera que la situación es especialmente visible en Francia, que es el modelo de Estado jacobino, centralista y monolíngüe. «En Córcega, los autonomistas han logrado éxitos espectaculares en los últimos años: gobiernan la región, la ciudad de Bastia y tienen tres diputados en la Asamblea Nacional, de cuatro posibles.
En Alsacia, también, los autonomistas están creciendo fuertemente. Los ciudadanos se quejan de no haber sido respetados en la reforma territorial».Para algunos, el fin de la violencia por parte de los nacionalismos más emblemáticos (en Irlanda del Norte, el Pais Vasco español o incluso en Córcega) habría servido para proporcionar una pátina de legitimidad a los nacionalismos con los que los terroristas comparten objetivos.
Pérdida de legitimidad
No todos los movimientos regionalistas se deben a cuestiones étnico-lingüísticas. En el norte de Italia, por ejemplo, se trata sobre todo de una reivindicación económica de las zonas más ricas para limitar su grado de cooperación fiscal con las del sur. En otros lugares, como en las provincias de Rumanía pobladas por húngaros, puede llegar a haber incluso reivindicaciones territoriales.
Para Frank Tétart, del Instituto Francés de Geopolítica, la situación tiene mucho que ver con la pérdida de legitimidad de los propios Estados. «Los movimientos separatistas que surgen dentro de la Unión Europea, ya sea en Cataluña, Flandes, Escocia, el norte de Italia, el País Vasco español o en Córcega son distintos del regionalismo y pueden definirse como nacionalismos regionales.
No solo porque su demanda de autonomía cuestiona a veces la legitimidad de los Estados de los que dependen, como lo demuestra por ejemplo las dificultades de las instituciones belgas para responder al deseo de una creciente autonomía exigida por los flamencos, sino también porque la referencia de su reclamaciones es la del estado-nación.
Es decir que lo que hacen es poner sobre la mesa la posible fragmentación del espacio político europeo».Frente a ello su pronóstico es que lo que está en juego es «el riesgo de dilución y disolución de los antiguos estados europeos, en beneficio de la sustitución de las entidades estatales por otras con limitada viabilidad económica y que serían fuente de inestabilidad».
(Fuente www.abc.es)