Por Antero Flores-Araoz
Lo que vemos a diario, en otras épocas sería simplemente inverosímil, y si lo contásemos nadie nos creería.
Nuestras altas autoridades se denuncian las unas a las otras, acusándose de cuanto se les ocurra en sus complejas cabezas y sin dar cuartel.
Los que integran los Poderes del Estado están desprestigiados, como también los titulares de entidades públicas autónomas, con excepción de muy pocos, entre estos últimos los miembros del Tribunal Constitucional, el Banco Central de Reserva y la Superintendencia de Bancos.
Las instituciones de salud del Estado y de la Seguridad Social dan pena, pero lo peor la atención a los pacientes que ya perdieron la paciencia.
La Justicia nacional pues de correr, acusaciones por quítame está paja, juicios interminables pese al paso de años, quinquenios y décadas.
La policía con justificado temor a que los empapelen, no accionan ni reaccionan y sigue creciendo la delincuencia común, la organizada, incluso la que extorsiona con violencia.
Nuestras cárceles no solamente sobrepobladas sino promiscuas y encima, gran parte de los internados sin sentencia, pero siguen enviándose más y más presos, incluso por delitos menores y detenciones preparatorias y provisionales.
Las vías de comunicación terrestre, sin el debido mantenimiento y el tránsito penosamente intolerable.
Los electores que eligen sin pensar, muchas veces con el hígado revuelto, pero lo peor sin haber indagado sobre los candidatos, lo que nos ha llevado a la triste situación de tener en un lustro el promedio de un presidente por año, además de infinidad de parlamentarios populistas que hacen seda y pabilo del presupuesto nacional, pese a no tener iniciativa de gasto.
Como todo lo expuesto es poco si se le compara con la realidad y no queremos perturbar el ánimo de los apreciados lectores, iremos a tratar sobre las causas de todo ello, encontrando que es la falta de educación que se imparte en nuestras escuelas y colegios, con excepciones.
Una de las principales fallas de nuestra educación primaria y secundaria, fue suprimir el curso de educación cívica, que estimulaba la vocación de servicio al país, el cumplimiento de las reglas y el ánimo de tener un Perú mejor. Se maquilló tal supresión de la educación cívica, bajo el pretexto de que ella es ahora horizontal con enfoque transversal. Suena bien, pero sin contenido real y lo peor, esquivándose el contenido del artículo 14 constitucional, el cual dispone que “la formación ética y cívica y la enseñanza de la Constitución y de los derechos humanos, son obligatorias en todo proceso educativo cívico o militar.”
El mismo artículo de nuestra Ley de Leyes determina que “Los medios de comunicación social deben colaborar con el Estado en la educación y en la formación moral y cultural.” Sin embargo, se puede corroborar en nuestros medios de comunicación, que lejos de propender a la educación y a la formación, se atenta contra la moral, buenas costumbres y civismo.
Basta de mecidas de formación cívica integral y transversal, volvamos a lo que dio resultado como fueron los cursos formales y regulares de educación cívica. Cuanto más tiempo pase restituir el curso, peor serán nuestros estudiantes y futuros ciudadanos.