La regla básica de todos nuestros procesos electorales, por lo menos en cuanto a las elecciones presidenciales, señala que nunca gana quien va en la punta, según las encuestas, nueve meses antes del día electoral. Y claro, si recordamos que la primera vuelta es el 12 de abril de 2026, se puede interpretar que la campaña debe comenzar con el cierre del plazo para la inscripción de las fórmulas presidenciales, pero como ese día es el 23 de diciembre, la Navidad y el Año Nuevo harán que la verdadera campaña comience la segunda semana de enero, apenas tres meses de intensa campaña electoral. Los primeros sondeos de opinión solo nos brindan un panorama inicial, según el grado de conocimiento respecto de los personajes públicos más que de apoyo político. Además, los porcentajes en favor de los primero cinco candidatos es muy reducido, señal inequívoca que no existe una predisposición significativa en el electorado. Sí suelen ser interesantes las cifras de desaprobación respecto a los personajes que se muestran en la tarjeta, porque un alto rechazo constituye un límite al potencial crecimiento, producto de la publicidad posterior. En principio, una desaprobación igual o mayor al de simpatía deberían provocar la renuncia del aspirante al sillón de Pizarro, pero sabemos que las cosas suelen ser más complicadas.
El fujimorismo sigue siendo una fuerza política importante, porque representa un sentimiento emotivo en torno al recuerdo de Alberto Fujimori y su gestión sobre el terrorismo y la hiperinflación, pero aun siendo el partido más organizado del país, carece de capacidad de endose, por lo que su lideresa Keiko Fujimori deberá volver a tentar la presidencia a pesar de que la trasversal resistencia a su imagen amenaza votar por cualquier Pedro Castillo u Ollanta Humala, con tal de no verla triunfante. Fuerza Popular persigue, esencialmente, colocar un grupo parlamentario numeroso que le permita mantener su influencia. Rafael López Aliaga no lo tiene más fácil, pues unifica en su contra a toda la izquierda e inclusive a sectores que bien pudieron ser aliados electorales. Su opción depende de los resultados de su gestión municipal y de que no prospere la denuncia contra sus regidores en el JNE, lo que evitaría su postulación a la presidencia.
Carlos Alvarez y Phillips Butters corresponden al anunciado populismo, respuestas al fracaso de la clase política amateur para conseguir resultados concretos en seguridad ciudadana, y a la incesante artillería que los medios dedican a diario contra la política en general y a quienes la ejercen. Evidentemente, en marzo de 2026 solo habrá espacio para uno de ellos, debido a la similitud de sus discursos. Dependiendo de la actuación de los cuatro candidatos mencionados, habrá espacio para Roberto Chiabra quien podría ser identificado como el candidato de la seguridad, y con el aporte del PPC, representar la opción más seria para gobernar con orden y estabilidad económica.
Cinco candidaturas que pueden sintonizar, o no, con el electorado de derecha y de centro; a las que podría sumarse el candidato aprista, siempre que genere nostalgia en su antiguo electorado, como supo hacerlo Alan García en el verano de 1985.