Francisco Basili Domínguez
A ser ciudadano se aprende.
Se necesita desarrollo emocional: autoestima, autonomía, autorregulación, empatía, solidaridad, agencia o capacidad de ponerse en acción y no solo de soñar, voluntad de hacer el bien.
Eso es lo que se llama capacidades subjetivas de la ciudadanía, que hacen que uno sepa que merece respeto y consideración, que tiene deberes y que los demás también tienen derechos.
Se necesita también desarrollo cognitivo: curiosidad, capacidad de buscar y organizar información, comprensión lectora, razonamiento, sentido común sobre la naturaleza y la sociedad, escepticismo.
Eso es lo que nos permite conocer y evaluar los problemas y las propuestas políticas y no tragarnos cualquier promesa como cumplible o cualquier propuesta como solución verdadera.
Hay que desarrollar capacidades prospectivas individuales y políticas: apreciar el uso del tiempo, no perderlo, establecer metas y prioridades, programar actividades y horarios.
El que prioriza acepta los costos de lo que elige, porque ni los logros vienen gratis ni se puede tener todo simultáneamente…elegir es renunciar.
Sin valores y sin un fuerte sentido del deber la ciudadanía es débil y queda chueca. Sin conocimientos las respuestas a los problemas pueden ser erradas. Sin interés y alerta prospera lo corrupto.
Hay que observar y reconocer tendencias, prever a dónde llevan e incidir para evitar lo que no parece correcto y promover lo necesario al bien común y que resulte sostenible.
¿Cuáles son las mayores amenazas al ejercicio responsable de la ciudadanía?
La principal es la precariedad para la sobrevivencia, porque cuando la sobrevivencia es difícil y las necesidades personales y familiares no se pueden cubrir, somos vulnerables y dependientes.
Si no se tiene empleo, hay que aceptar condiciones más difíciles para tener cachuelo y, a veces, ni con eso, me dicen varios jóvenes que han formado familia. Es obsesivo conseguir ingresos.
Los alimentos, la movilidad y los servicios básicos se han encarecido. Cuando la necesidad queda insatisfecha, convivir en casa se hace más duro: Uno necesita ingresos, como sea.
La extrema pobreza crea una precariedad emocional que nos empuja a buscar culpables y salvadores. El castigo a los culpables y la entrega del poder a salvadores calificados parecen urgentes.
Por eso la incertidumbre y la precariedad son malas compañeras de la ciudadanía responsable. Especialmente si todos culpan a los otros, todos se reclaman salvadores y prometen castigo y cambio rápido.
“Que se maten entre ellos, yo debo alimentar y vestir a mi familia” me dice una persona en el quiosco de periódicos y varios están de acuerdo.
Preferible concentrarse en el deporte o la farándula que en este juego de picotazos, insultos y jalones de pelo. Ellos quisieran seducirnos y manipularnos. Y discernir toma tiempo.
Yo ya bastante aporto siendo honrada mientras puedo, siendo solidaria con mis vecinos y familiares. Pero soy docente jubilada, ando confundida y no veo canales para contribuir de otra manera.
Hasta en la Junta vecinal y en el distrito hay confusión y grupos que pelean por poder. Y los precios y el descontento suben.
Debilitar la economía debilita la democracia porque crea vulnerabilidad y dependencia y hace más difícil la ciudadanía responsable.
Pero sin ciudadanía responsable continuarán la precariedad y la incertidumbre.
La inseguridad ciudadana es otra amenaza grave.
La cantidad de gente que escoge la delincuencia se ha multiplicado. Los derechos y la vida ajena valen poco. Sufrir violencia física, robo o ser asesinado es una posibilidad real de cada día.
La impunidad excede con largueza la capacidad de nuestra sociedad para conseguir una convivencia pacífica con bienestar y solidaridad. Y la impunidad incentiva la opción delincuencial.
La impunidad es producida por la mala gestión, la corrupción, la falta de prioridades, es decir, el escaso sentido de urgencia para defender lo justo y sancionar a los infractores.
Los que escogen delinquir y comenten atrocidades no son la mayoría y tienen sus propias justificaciones. Y los que los dejan impunes normalizan este estado de cosas sin salida. Corrompen a todos.
Más y más adolescentes y jóvenes se tientan a conseguir lo que desean, pronto y como sea. Y golpean y humillan a sus víctimas porque eso añade emoción y hace “heroicas” sus fechorías.
Los delincuentes más grotescos y violentos son los que reciben más atención de los medios de comunicación y se convierten en referentes para otros. Lo atroz espanta pero vende.
Más y más ciudadanos claman por orden y seguridad a cualquier precio. Y comienza la búsqueda de salvadores que parezcan capaces de poner orden cueste lo que cueste.
Se olvida que el poder que entregamos corrompe al que lo acumula, y si damos poder para ejercerlo a cualquier precio, se ejercerá no solo contra los delincuentes sino contra la sociedad en su conjunto.
Cuando el gobierno es corrupto y la impunidad impera, todos prefieren quedarse tranquilitos. Eso amenaza la ciudadanía de todos porque la tranquilidad cómplice solo prolonga la inseguridad.
El aturdimiento es otro enemigo poderoso de la ciudadanía…
Cuando las preocupaciones son muchas y la capacidad de resolverlas es limitada, muchos se entregan al aturdimiento.
No faltan factores de aturdimiento. Vivimos una cultura del espectáculo donde todo puede ser vendido como entretenimiento sea por su atractivo sensual, su violencia, su horror, su indiscreción.
Un concurso de belleza, un cataclismo, un crimen, una crisis política, un campeonato de cualquier deporte, diversos accidentes, los secretos de vida de los ricos y famosos…se suceden sin interrupción.
Y hay videos de bailes, de recetas, de novelas románticas, de modas, de accidentes, de películas, de declaraciones de personas influyentes, de pornografía, que reclaman atención constantemente.
Las discusiones sobre las políticas y la gestión pública pueden ser tan aburridas y exigir tanta atención que ocuparse de ellas resulta abrumador y poco atractivo. Se deja a los que entienden de eso.
A recordar y actuar
Cuando uno no usa su poder, otro lo toma. Cuando muchos renuncian a intervenir, el poder se corrompe y sus costos los pagamos todos. Si demoramos el poder corrupto se eterniza. Hay que actuar organizadamente y pronto.
Francisco Basili Domínguez
Diciembre 2022, Chorrillos