Hay dos fechas en el año en donde realmente me pongo a reflexionar sobre mi vida y mis decisiones, esos días son: mi cumpleaños y año nuevo. Y aunque el próximo año nuevo ya lo tengo planeado y visualizado (recibiendo las 12 en el concierto de David Guetta), mi cumpleaños que es HOY, no tiene ningún plan en específico. Este año hasta mis ganas de hacer cosas se han tornado bastante austeras ¿Vejez? ¿Frío? ¿Pobreza? Un poco de los tres; pero diría que ando bastante ocupada este mes como para ponerme a planear algo para mí. Sin embargo, el momentito de la reflexión se adelantó algunos días.
Recuerdo que estaba cosiendo de madrugada y me puse a escuchar a Mercedes Sosa, sus letras tan profundas y magnificas me hicieron pensar en cómo estaba llevando mi vida y de pensamiento en pensamiento; de idea a idea; llegó a mi mente una pregunta muy loca ¿Cuál será la mejor forma de morir? Ya antes he respondido ese cuestionamiento, pero no de manera honesta, mas bien, siempre ha sido una respuesta cliché: “Quisiera morir dormida en mi cama, de viejita”. Pero dándole vueltas en mi cabeza a las mil y una maneras en las que uno puede morir, no creo que haya una buena forma de morir ¿O si la hay? Después de todo llegué a la conclusión de que me gustaría que sea rápido, porque creo que lo peor de morir es saber que estas muriendo, mientras sea menos consciente de ello, seguramente será más llevadero.
No es esta una carta de despedida, ni un pensamiento suicida, solo son reflexiones. Aclaro antes de que me digan que vaya a terapia. Siguiendo con esa madrugada de reflexión sobre la vida y la muerte, surgió otra pregunta, quizá, la razón de este articulo ¿Qué tienen en común el nacer y el morir? Y cual examen de admisión sentía que debía encontrar la respuesta de esta nueva interrogante que me estaba consumiendo. Y finalmente después de algunas horas sin dormir encontré que hay algo que la vida y la muerte tiene en común: el miedo.
Durante los pocos o muchos años que una persona pueda vivir experimente a muchos sentimientos que dependen de lo que nos este sucediendo. Sentimos felicidad, tristeza, colera, dolor, enojo y muchas otras emociones que definen nuestra vida. Sin embargo, el miedo es el primer sentimiento que experimentamos. Es el miedo de un recién nacido lo que lo lleva llorar, es el miedo de un nuevo mundo, el miedo de no saber donde esta y porque un doctor le da una palmada en la nalga lo que genera esos primeros llantos en un bebé. Nacemos con miedo, con miedo de no saber en donde estamos y que nos espera. Y aunque no somos conscientes de aquel sentimiento nuestro primer llanto confirma mi teoría.
Al morir (conscientemente) supongo que hay muchos sentimientos que nos invaden: pena, tristeza, angustia, entre otros; pero asumo de manera atrevida que en los últimos minutos de vida que tenemos, justo cuando ya no podemos respirar y queremos aferrarnos a la vida es nuevamente el miedo lo que se apodera de nuestro cuerpo, el miedo de saber que ese es nuestro ultimo respiro o el miedo de no saber si hay algo más después de la muerte. Ese sentimiento nos invade por algunos momentos hasta que ya no queda nada.
Entonces, desde que nacemos experimentamos el miedo, es lo primero que conocemos, tal vez Dios o el universo nos prepara desde recién nacidos o nos advierte que de eso trata la vida, de enfrentarnos constantemente a los que nos da miedo, a lo que tememos, de no dejarnos paralizar por aquello que nos asusta… así sea la vida misma.