Punto de Encuentro

Injusticia electoral

Como venimos sosteniendo reiteradamente desde hace varias semanas, todo intento de sacar al entorno del chotano y del lagarto (establecida y superada la fórmula jurídica y política que se deberá emplear), chocará con el inefable presidente del Jurado Nacional de Elecciones, el cuestionado abogado Salas Arenas, ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para que se vaya y se pueda recuperar una real y auténtica justicia electoral? Por decencia y dignidad (que claramente no la tiene), luego del fiasco que fue el último proceso electoral, el señor Salas Arenas debería renuncia. El detalle es que no lo hará, ya que sigue blindado por el ejecutivo y un congreso con una oposición contemporizadora con el corrupto Castillo.

Cualquier escenario pasa por el cambio de las principales autoridades de la justicia electoral. Sin esos cambios, y con la presencia nefasta de Salas Arenas, Corvetto, etc., pasaremos del inepto Sagasti, al inescrupuloso Castillo y continuará una lista interminable de personajes que pretenderán ganar elecciones en mesa y mediante artilugios legales.

No es democrático que el señor Salas Arenas permita la inscripción del “partido” de Martín Vizcarra y genere distintas trabas para que organizaciones históricas como el Partido Aprista Peruano o el Partido Popular Cristiano no participen en los próximos procesos electorales. Eso, señor Salas Arenas, se llama proscripción, y resta legitimidad democrática a cualquier gobernante.

Preocupa, en esta reflexión sobre la necesaria moralización del JNE, el rol que viene cumpliendo la oposición parlamentaria. Sobre todo, aquella que, claramente, no tiene vocación democrática: cuando los grandes no tienen el peso suficiente para lograr mayoría, los pequeños se vuelven fundamentales. Eso pasa con APP y Podemos, grupúsculos que han tomado un peso político desproporcionado en este escenario incierto. Es por ello que nosotros sostenemos que “pareciera” que en la oposición actúa de forma táctica pero no estratégica. Esto se confirma fácticamente mediante un ejemplo: el PAP, con una bancada minoritaria, pudo conservar la presidencia del congreso durante los cinco años del segundo gobierno de Alan García. Todo ese trabajo en aras de la gobernabilidad, se mantiene incólume en una época de ataques a la política y a los partidos políticos históricos. La gran conclusión es que el arte de la política no es algo consustancial al ser del hombre, no es una condición ontológica. Es algo que se aprende, que requiere experiencia para lograr amplios consensos o, si la situación lo exige, liderar la oposición parlamentaria.

Ojalá pronto salga Salas Arenas del JNE y empecemos los cambios en el sistema político que el país demanda con urgencia.

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