Punto de Encuentro

Un “Castillo” siniestro

Mientras el país se desangra y el gobierno pretende dilatar su inevitable caída, la izquierda bolivariana mira, optimista y confiada desde el palco, un favorable desenlace de una situación que podemos calificar coloquialmente como de “nadie sabe para quien trabaja”. 
Las marchas son una advertencia para el mediocre “profesor”, una advertencia que probablemente sea la última si el antagonismo político se intensifica. La oposición no parlamentaria, la que sale a las calles a reclamar los ofrecimientos populistas de Castillo, actúa como un factor guiado por la indignación moral y la frustración de ver sus condiciones de vida empeorar cada día más. Por otro lado, la oposición parlamentaria juega su propio partido, buscando medrar políticamente negociando con el gobierno (Acuña, Luna Gálvez, los niños de Acción Popular) o buscando sin mucha estrategia la caída de Castillo para probar suerte en el próximo ballotage (Keiko Fujimori,  López Aliaga, Avanza País, etc.)

Pero los comunistas bolivarianos tienen la certeza que, bajo cualquier escenario, ellos saldrán ganando: si al chotano no lo vacan, tendrán campo abierto para continuar el (inadvertido) proceso de copamiento del Estado. Si lo vacan, la salida política será la tan manoseada Asamblea Constituyente.

La situación es más crítica de lo que supone la extraviada oposición política formal. La historia muestra que los procesos sociales no se detienen por la fuerza. Caerá Castillo, pero el justo reclamo de la población se mantendrá hasta que se produzcan cambios reales. La oposición política actual, la que se resiste a un recambio generacional que la ciudadanía demanda, lleva la lucha hacia un camino absurdo, donde la discusión política deviene en una fijación vacadora - aunque no se tengan los votos-;  en una ridiculización del adversario. Castillo debe caer no por una caricaturización de su limitada inteligencia sino por ineficiente y corrupto.

Gran parte de la oposición aún no entiende que se encuentra seriamente cuestionada y limitada en su acción para cambiar la historia. Aún se resiste a mantener sus sinecuras y sus focos mediáticos, lo que gana a costa de "luchar" contra “la amenaza comunista”. Una marrativa que ha naufragado hace muchas semanas. 

Vivimos un momento dramático, donde la desafección política de la clase ilustrada se refuerza por la mezquindad de una vieja élite política que se resiste al cambio de rostros. Al mismo tiempo el movimiento social que se activa, o lo que antiguamente los pensadores políticos denominaban como “las masas”, reclaman la necesidad de una nueva conducción y referencia política. Y es que, en los momentos críticos de la historia, suele aparece la genialidad de una nueva generación política, de  líderes que saben encaminar a su patria hacia un sueño esperanzador de prosperidad, que ilusionan de nuevo a las masas empobrecidas y desorientadas. Sin estos necesario nuevos liderazgos, las mismas solo se precipitarán en el abismo de la utopía intervencionista empobrecedora y cercenadora de libertades siguiendo a un caudillo cualquiera.

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