A la caída del muro de Berlín la hegemonía de neoliberalismo parecía incuestionable e inacabable. Para aquellos momentos la vieja izquierda le puso un nombre: el periodo del reflujo. La apertura de los mercados, las reformas laborales y el rápido ascenso de la tecnología son parte de este tiempo donde el neoliberalismo parecía que dominaba y era el fin de la historia. En repliegue también fue para social democracia en el mundo, porque de alguna manera el consenso entre capital y trabajo que había logrado el enorme desarrollo en Europa se vino a pique. No obstante, no pasó mucho para que la izquierda marxista nuevamente se emocione y cierre aquel periodo donde desapareció en el planeta, salvo en las autocracias como Corea del Norte o Cuba.
Con el chavismo en Venezuela, la izquierda marxista pareció encontrar un nuevo paradigma, una nueva respuesta al neoliberalismo. Para ello ayudó el aumento del precio del petróleo y desde allí el socialismo del siglo XXI se pudo extender hacia Sudamérica primero y luego Centro América, e incluso tocando las puertas de Europa. Pero el proyecto de la izquierda marxista fracasó en todas las líneas y el mundo de pronto -nuevamente- se encuentra sin paradigmas. A ello debemos añadir que el populismo de derecha que en tiempo de crudeza económica logra alzar vuelo hoy se encuentra vivo pero golpeado y el fundamentalismo musulmán cada día parece ser más certero.
Es aquí donde surge la idea de una nueva democracia social, de un nuevo paradigma para el mundo. Con un planeta cada vez más pequeño, se hace posible consolidar un proyecto social, político y económico para el mundo, una nueva social democracia que pueda garantizar la libertad, pero también la igualdad, aquella vieja tensión histórica.
Ahora más que ayer se necesita de un consenso para que la democracia, el crecimiento económico, la igualdad de oportunidad y la reducción de la desigualdad sea posible. La izquierda marxista ha fracasado porque sus políticas conllevan necesariamente un gen autoritario, antidemocrático y ahora más que nunca la social democracia se hace viable representa la posibilidad de la libertad e igualdad y vale recordar lo que escribía un joven político español, que “la libertad sin igualdad es insostenible y la igualdad sin libertad es insoportable”.