Punto de Encuentro

La extrema derecha e izquierda mienten sobre la CVR

Si hay algo en lo que se parecen los extremistas de derecha e izquierda en el Perú ese algo son los constantes ataques que de manera sistemática han dirigido contra el Informe Final (IF) de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y contra las personalidades que integraron este grupo de trabajo.

Así, los extremistas de ambos bandos no sólo se han encargado de descalificar –sin ningún sustento objetivo- el contenido del IF, considerado como el trabajo más importante que se ha elaborado sobre la violencia política peruana entre 1980-2000; sino también han buscado enlodar el prestigio de los comisionados difamándolos de manera virulenta tildándolos de pro terroristas y/o revisionistas.

Por ello, frente a la ola de mentiras que ambos sectores han proferido desde la presentación del IF en 2003, nos sentimos en la obligación moral y académica de desmentirlos públicamente, haciéndoles saber a los ciudadanos, sobre todo a los más jóvenes, aquello que todo peruano, sin importar la ideológica que presente, debería conocer acerca de la CVR y de su IF.

Los extremistas no han dudado ni un momento a la hora de culpar al Gobierno de Alejandro Toledo de haber cedido ante la presión política para crear una CVR. Pues bien, esta afirmación es completamente falsa. Ellos lo saben, pero mienten sin pudor. ¿Acaso no han leído el IF? No, ellos sí lo han leído, sí conocen la verdad de los hechos, pero la niegan por interés, y se valen de la ignorancia de la mayoría de los peruanos para justamente crear una mentira capaz de eclipsar a la propia verdad.

Como lo podría verificar cualquier persona honesta que sepa leer, fue Valentín Paniagua, el que luego de jurar el cargo de Presidente Constitucional el 24 de noviembre de 2000, tras la renuncia por fax de Alberto Fujimori, decidió formar un grupo de Trabajo Interinstitucional que propusiese la creación de una Comisión de la Verdad. Cabe señalar que en una muestra de vocación democrática a este Grupo fueron convocados representantes de diversos ministerios, iglesias, organizaciones de derechos humanos y de la Defensoría del Pueblo, sin discriminaciones de tipo político o ideológico.

Así, el 4 de junio de 2001, el Presidente Paniagua firmó el Decreto Supremo 065-2001-PCM, mediante el cual se creó la Comisión de la Verdad, norma ejecutiva que fue refrendada nada más y nada menos que por su Primer Ministro, el ex Secretario de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar, gozando del respaldo político y social de la inmensa mayoría del país.

Hasta aquí, podríamos formularnos una primera pregunta: ¿Ustedes creen que personalidades de la trayectoria académica y democrática de Valentín Paniagua o Javier Pérez de Cuellar iban a crear una Comisión de la Verdad para encubrir los crímenes cometidos por el Estado o por los movimientos terroristas? No, evidentemente no.

Dos meses después, en agosto de 2001, después de haber asumido su cargo, el Presidente Alejandro Toledo promulgó el Decreto Supremo N° 101-2001-PCM, ratificando la importancia y necesidad de una Comisión de la Verdad que siente las bases para la reconciliación nacional. Fue así como el nombre de esta Comisión cambió a Comisión de la Verdad y Reconciliación, ampliando el número de los comisionados de 7 a 12 y otorgándoles un mes más de plazo para la entrega de su IF.

Luego de la creación oficial de la CVR, muchos peruanos se preguntaron quién sería la persona encargada de asumir la enorme responsabilidad de presidir la CVR y quiénes lo acompañarían en esta trascendental tarea. Las dudas fueron absolutamente despejadas cuando el país supo que el Dr. Salomón Lebres Febres, rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú, filósofo y catedrático universitario con una trayectoria académica notable y un compromiso ético con los derechos humanos reconocido a nivel nacional e internacional, sería el encargado de conducir a la CVR.

Este dato nos obliga a formularnos una segunda pregunta: ¿Ustedes creen que el Dr. Salomón Lernes Febres, rector de una de las mejores 20 universidades de Latinoamérica, impulsor tenaz de una cultura de paz y tolerancia tanto dentro como fuera de los claustros universitarios iba a aceptar presidir una CVR para encubrir los crímenes cometidos por el Estado o por los movimientos terroristas? No, evidentemente no.

El Dr. Salomón Lerner es un caballero a carta cabal y un hombre de paz, admiten con reticencia los críticos más duros de la CVR, pero los otros comisionados son “unos terroristas encubiertos y/o unos siervos de las FF.AA y PNP”, afirman los extremistas sin tomar en consideración la gravedad de estas imputaciones y el profundo daño moral que las mismas le ocasionan no solo a los comisionados sino también a sus familias. Pero las mentiras tienen patas cortas, y así lo demostramos a continuación.

Los otros 11 miembros de la CVR eran personas que provenían de diversos sectores pero todas ellas presentaban una hoja de vida intachable forjada gracias a sus innegables virtudes académicas, profesionales y personales. Ellos fueron: Luis Arias (General FAP), José Antúnez de Mayolo (Sacerdote Salesiano), Humberto Lay (Pastor Evangélico), Gastón Garatea (Sacerdote de la Recoleta), Enrique Bernales (Constitucionalista), Carlos Iván Degregori (Antropólogo), Rolando Ames (Sociólogo), Beatriz Alva (Abogada), Sofía Macher (Ex Secretaria de la CCNNDDHH), Alberto Morote (Ingeniero y ex Rector de la Universidad San Cristóbal de Huamanga), Carlos Tapia (Analista Político y Senderólogo) y Luis Bambarén (Obispo y Presidente de la Conferencia Episcopal) que se unió a la CVR como observador.

Frente a este último apunte, no cabe sino formularnos una tercera pregunta: ¿Ustedes creen que personalidades de estas características -un General y cuatro religiosos- aceptarían formar parte de una CVR para encubrir los crímenes cometidos por el Estado o por los grupos terroristas? No, evidentemente no.

Si ello es así, si la verdad es tan evidente: ¿Por qué los extremistas de derecha e izquierda mienten? Muy simple, a ellos no les interesa reconocer la verdad, menos la justicia, y muchos menos la reconciliación. Verdad, justicia y reconciliación son palabras políticamente peligrosas para ellos.

 

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