Fue hace 17 años cuando en el ranking de Billboard, "Hard to Say I'm Sorry" ocupaba el puesto 19. Habíamos escalado la roca más grande del mundo en Uluru y buceado en Cairns para ver el único ser vivo que se puede ver desde la luna, la barrera de arrecifes.
Habíamos perdido el avión que nos llevaría a Auckland, pero la señorita del counter en el aeropuerto de Sídney muy amablemente nos acomodó en el vuelo siguiente y solo tuvimos que esperar dos horas, así que no fue tan grave.
Saliendo del aeropuerto en Nueva Zelanda pudimos observar unas carreteras envidiables, estábamos en un país con tan solo 4 millones de habitantes, un lugar donde si la luz esta en rojo tienes que parar, si la luz esta en ámbar tienes que parar y si hay gente asomándose al crucero peatonal, también tienes que parar. Un país donde las grandes preocupaciones de sus conductores era no atropellar a los Koalas y Wombats.
Una vez instalados en un pintoresco hotel, no fue difícil explorar el ambiente artístico de la ciudad, músicos callejeros, acróbatas en los parques, cientos de afiches en los restaurantes promocionando obras de teatro y conciertos. Estaba un poco desconcertada, no estaba acostumbrada a ver tal cantidad de opciones para una persona en su propio medio.
En aquel entonces yo estudiaba pintura en Bellas Artes de Lima, manejaba todos los días poco más de una hora para llegar a la escuela, esquivando combis, peatones alocados, vehículos que me cerraban con alguna maniobra brusca y los típicos insultos que nosotras las mujeres tenemos que soportar cuando conducimos, un ejemplo?: ¨Ándate a lavar pañales¨, ¨Deberías ponerte a cocinar¨.
A la mañana siguiente tomamos un ferry que demoró solo 30 minutos a la Isla Rangitoto para ver un volcán que emergió inesperadamente del mar hace aproximadamente unos 600 años, subimos caminando hasta la cima con ayuda de un guía, la vista era impresionante, podíamos ver las aguas azules e islas color esmeralda del golfo de Hauraki, la empinada línea de la cadena montañosa Waitakere y del otro lado la cadena de montañas Hunua. Luego exploramos las cuevas de lava negra, alucinante!.
A la mañana siguiente debíamos continuar nuestro viaje, ya solo nos quedaba poco más de una semana para tener que volver a Lima, recuerdo que en aquel entonces ya me preguntaba que hacía falta para que mi país sea mejor. Lima había empezado un intento de cambio, un proceso para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos construyendo algunos intercambios viales, grandes edificios, mejorando sus parques y zonas turísticas, lo cual no está mal pero no es suficiente. Yo sentía que era como cambiar la envoltura de un chocolate y no el relleno, pues creo que el verdadero desarrollo y el verdadero cambio que queremos ver se dará, cuando las mejoras de la calidad de vida del ser humano, creen un entorno donde se respeten los derechos de todos.
Según la revista The Economist, Nueva Zelanda se encuentra entre los 10 mejores países para nacer en la actualidad y el 99% de sus habitantes saben leer y escribir (según un estudio que se publico en la web de Newsweek en el 2010).
Y yo quiero un Perú así, un lugar donde todos podamos ir al colegio y todos podamos ir a la universidad, cuando lo pienso siento que fuera mucho pedir.