El nacimiento de dos macacos genéticamente idénticos con la misma técnica que la oveja «Dolly» reabre el debate de si es posible «replicar» personas.
La controversia sobre la clonación humana comenzó con «Dolly». El nacimiento de la famosa oveja en 1996 por la transferencia del núcleo de una célula de otro ejemplar fue un hito científico que maravilló y suscitó grandes temores al mismo tiempo. Le siguieron una buena cantidad de mamíferos, como ratones, caballos, gatos, perros e incluso vacas. Sin embargo, que algunos animales parecieran estar prematuramente enfermos y el hecho de que la clonación de primates se resistiera hicieron que el debate pasara a un segundo plano en los siguientes años. Resucitó en 2013 con el logro de la clonación de células madre embrionarias con fines terapéuticos, no reproductivos. Y ahora que investigadores chinos han conseguido traer al mundo a dos monos clonados, surge de nuevo la inquietante pregunta: nosotros, tan parecidos, ¿podemos ser los próximos? ¿Habrá clones humanos?
Existe un claro consenso científico sobre los peligros de la clonación reproductiva humana y es poco probable que algún equipo lo anuncie debido a las múltiples objeciones éticas, pero es inevitable la sospecha de que un organismo privado pueda intentarlo más o menos en la sombra. Mu-ming Poo, director del Instituto de Neurociencias de Shanghái, dependiente de la Academia de Ciencias de China, y responsable de la investigación de los monos clonados, reconocía este miércoles en la presentación de su investigación que, en principio, la técnica podría aplicarse en humanos.
Por ese motivo, el propio Poo advertía de la necesidad de una estricta regulación por parte de los gobiernos. China tiene directrices que prohiben la clonación reproductiva, pero no leyes estrictas, como sí las tiene España. Otros países, como Estados Unidos, no la prohiben en absoluto. Pese a todo, «creo que la sociedad, el público en general y los gobiernos no permitirán la extensión de este método de los primates no humanos a los humanos», añadía el investigador con un fin tranquilizador. Porque, aseguran, sus fines son la investigación médica.
«Zhong Zhong» y «Hua Hua», de pocas semanas de vida, se han presentado como los primeros primates en llegar al mundo gracias a la técnica que hizo posible a la famosa oveja «Dolly» hace veinte años, aunque en realidad no ha sido exactamente igual. En vez de utilizar células adultas, se emplearon núcleos tomados de células fetales. Los científicos lo intentaron con células de donante adulto, pero esos clones solo vivieron durante unas pocas horas después del nacimiento. «Probamos varios métodos diferentes, pero solo uno funcionó», dice Qiang Sun, otro de los autores del estudio. «Hubo muchos fallos antes de encontrar una forma de clonar con éxito un mono», reconoce. La tasa de éxito fue baja: solo dos macacos bebés sanos nacidos de 109 embriones clonados y más de 60 madres sustitutas.
«Somos demasiado complejos»
Natalia López Moratalla, catedrática emérita de Bioquímica y Biología Molecular y miembro vocal del Comité de Bioética de España, cree que la clonación humana no será posible, porque «nuestra genética es demasiado compleja». «Ni siquiera han conseguido un primate no humano clonado de un ejemplar adulto», subraya.
Los «padres» de «Zhong Zhong» y «Hua Hua» explican que su objetivo es obtener el mayor número posible de animales genéticamente idénticos en los que investigar enfermedades humanas como el parkinson o el alzhéimer. Científicos de Oregon (Estados Unidos) ya lograron en 1999 la clonación de un mono, «Tetra», pero con un método más simple de división de embriones, que solo puede generar hasta cuatro descendientes a la vez. Con la técnica de los chinos, habría múltiples monos iguales disponibles en el laboratorio para servir de modelo.
Aunque Poo dice que hay una gran demanda por parte de los laboratorios para trabajar con estos monos clonados, López Moratalla cree que esta perspectiva queda anticuada desde la aparición de las células pluripotentes inducidas (iPS, por sus siglas en inglés) que le valieron al japonés Shinya Yamanaka el premio Nobel de Medicina en 2012. Se trata de células maduras que pueden ser reprogramadas para ser capaces de desarrollarse en todos los tejidos del cuerpo. Por ese motivo, «para mí es un enigma por qué alguien opta por soluciones llamativas, invasoras, destructivas y con falta de ética. Hay otras vías, aunque no tengan tanto glamour», señala la investigadora.
En el caso de que se diera el paso definitivo y la ingeniería genética hiciera posible un clon humano, su creación estaría repleta de dilemas éticos. «Un clon será una persona sin padre ni madre, alguien sin vínculos naturales cuya libertad se vería limitada al ser la copia de otra», opina López Moratalla. A su juicio, la razón para que alguien quiera tener una réplica genética puede ser «inconfesable». «Quizás tenga que ver con el transhumanismo, con el deseo de eternizarse en una copia, un planteamiento sin sentido».
(Fuente http://www.abc.es)