Ollanta Humala recibió el Perú en condiciones inigualables a las que algún otro presidente entrante en la historia del Perú lo haya podido recibir. Éramos el “milagro peruano” para el mundo, pues el gobierno del saliente presidente Alan García había logrado una cifra record en reducción de la pobreza, logrando reducirla de 48% a 28% en tan solo 5 años, lo que significó que 5 millones de peruanos dejaran de ser pobres.
Además de esto, la demanda ante la Corte de la Haya para terminar de cerrar nuestra frontera con Chile, que terminó otorgándonos 50 mil km2. de mar que antes no teníamos, hacía ver al Perú como un país moderno, que en democracia y con libertad de expresión aseguraba una vida más digna para su gente, y que a la vez, por medio de la razón y no de las armas, dejando atrás nacionalismos trasnochados, cerraba uno de los capítulos más traumáticos de su historia republicana, como fue la Guerra del Pacífico.
Pero el comandante Humala prefirió dejar de lado la lucha contra la pobreza para seguir el camino de la confrontación. No tuvo reparos en desestabilizar el país con poses autoritarias, logrando solamente ahuyentar a la principal fuente de empleo digno, que es la inversión privada. Teniendo ahora como resultado que en el 2014 la pobreza haya aumentado 0,6% luego de 11 años de continua reducción.
No dejemos que el clima confrontacional del gobierno nos quite la alegría y nos enfrente entre peruanos. Necesitamos estabilidad y esta solo se logra dialogando y concertando. Si quienes nos gobiernan nos quieren dividir, tenemos que responder de manera unida para defender los derechos de los más necesitados, que son los verdaderos olvidados de este mal llamado gobierno de inclusión social.