Chengzun Pan
En Zeng Guang Xian Wen (un libro clásico de proverbios y enseñanzas morales de la cultura china) se dice: “La persona compasiva no debe comandar un ejército, y la persona bondadosa no debe manejar el dinero.”
“La persona compasiva no debe comandar ejércitos” no significa que un líder militar deba carecer de compasión, sino que no puede dejarse llevar por una piedad sin principios ni límites al dirigir a sus tropas. La compasión es una cualidad importante en el liderazgo militar. Imaginemos que un comandante no considera a sus soldados—quienes luchan y arriesgan su vida junto a él—como sus propios hermanos o hijos; si no los trata bien, jamás podrá ganarse su respeto y lealtad genuina. Sin embargo, todo tiene un límite: el orden y la disciplina son fundamentales.
Feng Lun (empresario y gurú de negocios en China) sostiene que el desarrollo de una empresa generalmente pasa por tres etapas.
La primera es la etapa de hermandad, en la que un grupo de amigos se une por un sueño común, sin preocuparse por ganancias o recompensas, con el único objetivo de hacer crecer la empresa.
La segunda es la etapa de gestión científica, donde la compañía alcanza un nivel de desarrollo en el que se necesita una clara división de funciones, propiedad accionaria, reglas establecidas y normas a seguir. En este punto, el "hermano mayor" ya no es solo un líder de grupo, sino que se convierte en el presidente de la junta directiva, y cada uno de los antiguos compañeros asume su rol, ya sea como accionistas o empleados.
La tercera etapa es la de estructura organizativa del futuro, en la que se define hasta dónde puede crecer la empresa y hacia qué objetivos se dirige.
El paso de la primera a la segunda etapa trae consigo muchas situaciones incómodas y difíciles de asimilar. Aunque todos saben que una empresa debe gestionarse con normas claras y regulaciones que rijan la conducta de empleados y accionistas, a menudo es complicado aplicar sanciones a antiguos compañeros y empleados leales con quienes se ha trabajado desde el principio. La frase “la ley no está por encima del sentido común ni de los sentimientos” refleja precisamente lo difícil que es mantener un equilibrio justo en estos casos.
La clave en la gestión empresarial es manejar a las personas, y el desafío más difícil es mantener una comunicación fluida. La interacción entre empleados antiguos y nuevos líderes es una prueba de las habilidades de liderazgo. Recuerdo que en una ocasión ayudé a un amigo a contratar a un gerente experimentado para su cadena de restaurantes. Sin embargo, tras dos o tres meses de trabajo, los resultados no fueron los esperados. La razón principal fue que los empleados antiguos mostraban obediencia aparente, pero resistencia oculta, temerosos de que los cambios afectaran su salario y posición. Además, no dudaban en quejarse con el dueño del restaurante. Mi amigo, como propietario, tampoco ayudó a establecer la autoridad del gerente ni le brindó el respaldo necesario, lo que dificultó aún más su gestión. Finalmente, el gerente, incapaz de ejercer su liderazgo, decidió renunciar.
Un líder que no tiene el poder de decisión sobre la permanencia de los empleados difícilmente puede mantener el control general de la empresa. Recuerdo que mi antiguo jefe, el Sr. Liao, solía decir: “El primero en mando siempre tiene la verdad absoluta, el segundo en mando tiene una verdad relativa y el tercero simplemente no tiene verdad.” Una empresa sin una jerarquía de autoridad clara difícilmente logrará grandes avances. Por eso, establecer normas es fundamental. Una vez que las reglas estén definidas, el líder debe garantizar su cumplimiento con premios y sanciones justas, sin favoritismos.
En apariencia, el líder debe actuar con rigor, aplicando las normas de la empresa, pero en privado, debe mantener una comunicación cercana con los empleados antiguos, preservando su dignidad. Como dice el refrán: “El campamento es de hierro, pero los soldados fluyen como el agua.” Si estas personas han permanecido en la empresa, es porque tienen razones y valores que aportar. Ser firme en los principios no significa ser inflexible. Al abordar problemas en el trabajo, es crucial enfocarse en los hechos y no en las personas. Al aplicar correcciones, es recomendable elogiar en público y criticar en privado, sin jamás pisotear la dignidad de los demás. Cuando se logran resultados, el mérito debe atribuirse al equipo; cuando surgen errores, el líder debe asumir la responsabilidad. Un cargo puede ser otorgado, pero el respeto y la autoridad deben ganarse.
Cada persona tiene su propia perspectiva, por lo que lograr una unificación total de pensamientos es casi imposible. Sin embargo, alinear los intereses comunes sí es viable. Las reuniones son una herramienta clave para unificar objetivos y coordinar el trabajo, y es fundamental aprender a utilizarlas eficazmente. Para ser un empresario exitoso, no basta con persuadir a los demás, también se debe dominar el arte de la autosugestión y tener una firme convicción en los propios objetivos. Las características esenciales del éxito son la confianza y la perseverancia. Alguien que no cree en sí mismo difícilmente podrá lograr que los demás crean en él.
El significado de “La persona compasiva no debe comandar el ejército, y la persona bondadosa no debe manejar el dinero” no implica que un líder deba ser cruel o injusto, sino que debe adherirse a los principios de la benevolencia y la justicia sin comprometer la disciplina y la estructura. La clave está en gestionar los recursos de manera estratégica, distribuir los beneficios equitativamente y garantizar la cooperación armoniosa entre los distintos departamentos. Solo de esta manera, la empresa puede operar de forma ordenada y avanzar hacia sus metas. Un gran objetivo y un control detallado son las dos caras del yin y el yang en la gestión empresarial; ambos son esenciales para lograr el éxito.