Willy Quevedo Tamayo tuvo uno de los mejores olfatos políticos del Perú. Nicolás Maquiavelo reinventó al olfato, porque lo hizo político. Quevedo fue maquiavélico por el olfato: Tuvo virtud y fortuna políticas. Fue un maestro: En él, la escrituralidad, la oralidad, la gestualidad y los demás lenguajes de la política parecían concurrir en el aire, como moléculas odoríferas. El olfato político tiene su genealogía, pues, de Maquiavelo en adelante, es una forma de inteligencia política práctica, y hasta una forma de la teoría del conocimiento político. El olfato político podría definirse, en general, como un sentido, cuyos quimiorreceptores responden al estímulo de la política convertida en sustancia química. El olfato político podría definirse, en Quevedo, como la capacidad de percibir la política en el aire, como una molécula odorífera. Quevedo fue un animal político olfatorio: Todo junto: microsomático y macrosmático, vomeronasal, trigeminal, y olfatorio. Su capacidad olfativa, de doble naturaleza, muy desarrollada, lo hacía capaz de identificar tantos olores como arquetipos de políticos, a la vez que, aliados estratégicos y tácticos, amigos y enemigos, correlaciones de fuerzas y demás condiciones objetivas y subjetivas. Quevedo poseía el don del consejo político, por el olfato: En la década de los noventa, por mi condición de ex comunista, de trásfuga, me aconsejó que debería procurarme una identidad política. Me dijo: Tu identidad es tu perfume, y tu territorio natural es tu metro cuadrado. Punto.
Quevedo fue un político olfatorio, y en él la política fue sudorípara. Fue el primero que me dijo que la política es vida, y no solo libro. Quevedo tenía una metodología política, de experiencia vital y de investigación cualitativa: Él conversaba con cuantos políticos y con cuantos ciudadanos le era posible, se interesaba por conocer la historia de vida de todos, y construir la historia de vida de algunos. Para mí, Quevedo miró y olfateó la política y a los políticos por la ventana estrecha de Joseph Overton. Pero, la mirada y el olfato no bastan para organizar, para definir, completamente una vida política. Quevedo tuvo de vida política aproximadamente treinta años, y desapareció de la política aproximadamente los últimos diez años. Se jubiló de la política tempranamente, por decisión propia, porque se dedicó a la vida familiar y privada, pero también porque la anatomía y fisiología de las vías olfatorias son insuficientes por si solas. Quevedo, por la parcialidad del olfato, es uno de nuestros Joseph Fouché sin cargo público, uno de nuestros Eudocio Ravines sin destierro. Él pertenece a una tradición real maravillosa de políticos. Escribió poco, pero escribió bien. Sobre todo, tuvo la técnica del símil. Fue editor de la revista generacional “Razón diferente”, y fue autor de dos libros cortos titulados "Panacas contra panacas", y "Razón diferente". Quevedo fue mi amigo, me encantaba conversar con él. Le guardo admiración, y gratitud: Él publicó mi primer artículo de opinión, en el diario oficial El peruano, en la década de los noventa. Finalmente, Quevedo fue el buen político que se forjó y se perdió tempranamente, por su olfato y su aroma. Willy Quevedo Tamayo tuvo uno de los mejores olfatos políticos del Perú. Ve delante, hermano.