Alianza Lima es el triste reflejo de la mediocridad, es un DESASTRE cuando juega afuera. No solo es el líder de una liga mediocre (pero cuando juega contra equipos extranjeros desaparece del mapa, simplemente no da la talla) sino que se ha convertido además en un mal referente del fair play (juego limpio) que compra partidos, árbitros, periodistas, hinchas, etc. Más que un problema de mentalidad, el futbol peruano sufre de un problema de MERITOCRACIA, en dónde Alianza Lima es su mejor versión.
El perfíl psicológico del jugador aliancista no es muy diferente al del viejo limeño criollón del barrio, aquel zambito habilidoso y quimboso que domina su pelota y que es, probablemente, sobrino o ahijado de algún dirigente o personalidad con cierta influencia, que se malacostumbró a no trabajar porque lo tiene todo fácil. En buena cuenta, Alianza es la antítesis del verdadero deportista que trabaja para ser un referente en los demás, pues sabe que no basta con ser talentoso o tener una varita mágica, arriba. Es todo lo opuesto al provinciano trabajador y emprendedor que se abre paso en una ciudad caótica y hostil a punta de trabajo y esfuerzo.
Si hablamos de emprendedores, el peruano es por naturaleza uno de ellos, pero cada vez que quiere desarrollar su potencial, "el grupo", "el clan", "la tribu" se encargan de bloquearlo, de frenarlo, de truncarlo. Miles de grandes hombres emprendedores se han ido a la mierda o son extorsionados, incluso por sus mismos parientes. La envidia, el resentimiento, la mediocridad, el temor al individualismo, entendido desde la mirada de Max Weber.
En definitiva, el medio peruano es lo más nocivo y tóxico para un talento que quiere brillar en el firmamento. Hay que tener mucha fuerza, determinación y ESPÍRITU para no dejarse absorber por el colectivo degradado que domina todo los aspectos de la vida, incluso el fútbol. Pienso en aquellos jugadores que fueron tentados a jugar en la liga local pero gracias al cielo, hicieron su carrera en el extranjero, también en aquellos emprendedores que abandonaron el país y hoy brillan en el exilio. Inevitablemente, también pienso en los niños peruanos, futuros emprendedores, que crecen en un ambiente degradado, mediocre, que premia el fracaso y no perdona el éxito.
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