Punto de Encuentro

El crimen de Talara

Al margen de otras valoraciones, las dictaduras tienen el defecto de requerir alimentar a los individuos con continuas noticias e historias de éxito del régimen; así, el pacto social se pervierte, pero se reinventa; las “masas” se someten al poder político monopólico y arbitrario, en tanto éste genere nuevas vías de legitimación, ya no por origen ni por procedimientos, sino por supuestos resultados. Así, herencia de la dictadura militar socialista de Juan Velasco fue la creencia de ser un país con mucho petróleo en la selva; la imagen patriótica del “oro negro” saliendo por la elevada torre de Trompeteros mientras los obreros mostraban su exultante júbilo hirió las neuronas de más de un personaje de izquierdas, responsables de la peor decisión en la historia del Perú.

La International Petroleum Company, construyó a principios del siglo XX una pequeña refinería en el distrito de Pariñas, la misma que, al ser ocupada por el Ejército el 9 de octubre de 1968, dio origen al “día de la dignidad nacional” aunque la dictadura tuvo que luego indemnizar, en secreto, a la IPC por mucho mas que el valor de sus activos; no importó demasiado pues el efecto de la intensa propaganda sirvió para identificar al nuevo régimen como “nacionalista”, legitimándolo ante el fuerte sentimiento antinorteamericano de entonces. Solo así, recordando el origen del problema, es que se puede tratar de entender que se haya invertido, por declaración expresa del Minem el 18 de abril de 2022, US $5,000 millones; habiéndose aportado luego de esa fecha, una transferencia del MEF de US$ 1,000 millones, más una línea de crédito de US$ 500 millones a cargo del Banco de la Nación. Que se sepa, hasta octubre de 2022, el Perú ha invertido US$ 6,500 millones, los que se irán multiplicando por los intereses de los créditos, pues la cifra es impagable.

Hay un pequeño detalle mas, no hay petróleo en la selva. El gigantesco Oleoducto construido por la dictadura y pagado dificultosamente por las dos generaciones de peruanos siguientes, no ha sido objeto del necesario mantenimiento; además, varios de sus tramos continuamente son agujereados por comunidades indígenas y oportunas ONGs que hacen caja con las indemnizaciones por los “derrames”. No hay cola de empresas extranjeras para invertir en nuevas exploraciones, porque el petróleo de la selva es de baja calidad y la legislación vigente permite paralizar cualquier emprendimiento, desde antes que algún ingeniero ponga pie en el lugar, pues la misma formalidad de la concesión petrolera ya puede discutirse por un juez adoctrinado en las playas de Cartagena o en las discotecas de Santa Cruz. Ni imaginarse si, adicionalmente, el Congreso cede y ratifica el Convenio de Escazú.

Desde luego, hay responsables de la decisión de “remodelar” la refinería de Talara. Los estudiosos del tema apuntan al renunciante Humberto Campodónico, sin escatimarle méritos a todos los presidente de PetroPerú, a La República de los Mohme y a Ollanta Humala, quienes deberían explicar sus motivaciones. Lo cierto es que no hay ninguna decisión política que haya superado ese monto de inversión, que no hay manera que esa inversión pueda recuperarse o servir para los fines que se declararon, y que serán los peruanos de las próximas generaciones los que deberán pagar, con mas sacrificio, ese inmenso forado en la economía nacional.

Si el nuevo hospital de Huacho costó aproximadamente US$ 36 millones, se pudo haber construido 180 hospitales modernos; si la completa remodelación del Colegio Militar Leoncio Prado, costó US$ 14 millones, se pudo haber construido 464 colegios con internado. Cuántas vías férreas pudo construirse transversalmente para unir la Ceja de Selva con puertos de la Costa; cuántas hidroeléctricas que garanticen suficiente energía para industrializar el país. El desastre es tan grande, que resulta una ironía comprobar que los mismos activistas de izquierda que reclaman la concretización de cuanto derecho fundamental se les pueda ocurrir, en un país con apenas el 35% de economía formal, son los que auspiciaron el inmenso gasto sin retorno posible.

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