Punto de Encuentro

Acuña, el mercachifle de la política

Mientras el país se dividía entre apristas y antiapristas, humalistas y antihumalistas (especie en extinción), fujimoristas y antifujimoristas, un personaje empezó a acumular inusitado poder político y económico. Manifiesta este personajillo que su riqueza viene de su esfuerzo, aunque sus emprendimientos educativos sean una estafa para los miles de ciudadanos que aspiran a tener un título universitario. A ello, debemos sumarle ese velo de duda que genera supuesto origen lícito o ilícito de su fortuna. Mediante el uso del dinero, compro voluntades y logró posicionarse en el norte convirtiéndolo en una suerte de bastión político: distribuyó alcaldías y gobiernos regionales entre sus hermanos creando una delirante dinastía que, seguramente, busca igualar a los Kennedy (miren que en algún momento que el clan de los poderosísimos Cáceres Velásquez fue llamado como “los Kennedy del Altiplano”).

Con una bancada parlamentaria que le daba cintura para negociar, pretendió reciclarse como líder nacional. Desde la primera frustrada candidatura de PPK (el famoso sancochado) hasta, el mismo, delirante candidato presidencial (en algún momento causó pena, y seguro hubiera generado empatía ante el votante que suele solidarizarse con el humilde, por suerte no fue así). Acuña no ha podido, durante todo este tiempo, tener más poder político. Llegó a su techo. No será, pues, un Silvio Berlusconi (le falta el glamour, la elocuencia y el carisma de “Il Cavaliere”), será un aventurero que le gusta apostar, cada cinco años, ser el outsider y conservar su cuota de poder político que respalde sus intereses empresariales.

 Acuña representa la antipolítica, el empresario que no es exitoso (sus universidades son un desastre), un político que no sabe hablar ni articular ideas, un líder de un partido que no es un partido, es una extensión más de su conglomerado empresarial, un sospechoso de lavado de activos que paga por prestigio (¿o no Beatriz Merino?), que paga sueldos a sus alfiles-profesores universitarios reciclados (¿o no Iberico?).

En este momento dramático para el país, Acuña muestra que su chatura no solo es física, sino también moral. Un sujeto que intercambia votos para favorecer a un gobierno corrupto e improvisado solo merece el repudio de la clase política. Ya es hora de desenmascarar a Acuña S.A. y que retornen las ideas y la discusión programática a la política. El discurso “soy exitoso y eso me da el derecho” ya lo probamos con el mediocre y corrupto Alejandro Toledo, con el ladino y corrupto PPK. Si no aprendemos de lo que ocurre en nuestra historia, no existe ninguna garantía que nos permita asegurar que no cometeremos los mismos errores.

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