Por Francisco Basili D.
El Profe es jubilado del sector educación y ahora dirige un pequeño colegio particular, prestigioso porque obtiene resultados de aprendizaje con los estudiantes y cultiva un profundo sentido del honor y la dignidad entre sus familias, su personal y sus alumnos. Esa tarea es apasionante, no siempre sencilla y consume muchas horas cada día.
Sin honor y dignidad no somos nada, no valemos, dice el Profe. Quien no se cuida y no cuida a los demás, no tiene honor. Hay que aprender para saber y cultivar la propia fuerza y las capacidades, dice el profe, para eso está el colegio, pero primero es el sentido del deber y del honor.
El honor comienza cuando te cuidas, cuando ayudas, compartes, promueves. Hay honor si haces tus deberes y todo lo que puedes para estar bien y que los demás mejoren y no sufran. ¿Alejo el mal? ¿Ayudo a los demás? Si puedes contestar en positivo cada día, eso es ser digno.
Quien se deja estar, quien engaña, roba, explota, denigra, quien abusa… quien consiente el mal tiene el alma miserable, se deshonra.
Ese es el primer mandato en mi colegio: cuidar de uno mismo y cuidar de los demás. Por eso somos exigentes con la higiene personal, los buenos hábitos, el respeto y la solidaridad activa, el interés por comprender y mejorar el mundo.
A los colegas o funcionarios del sector les gusta la limpieza en el colegio y es sabido que somos activos en el cuidado del barrio. Ayudamos y educamos. Promover el cuidado de la casa común, nuestro barrio, nuestro planeta, es otra clave para nuestra dignidad.
Ese es nuestro segundo mandato: cuidar la casa común, el barrio, la ciudad, la campiña, el planeta…
Hay un tercer mandato importante, dice el Profe: hacer producir nuestros talentos, cada día. Aprender y ser productivos. Ser mejores y dedicarnos a servir con nuestros talentos. Hay que esforzarse todos los días para ser mejores, y eso incluye meditar.
Nuestros alumnos saben que las capacidades que no se desarrollan se estancan y después se pierden.
Hay mucha gente que padece para sobrevivir. Hay mucha codicia y hay sobreexplotación de los recursos que debemos cuidar todos. Es necesario volver a encontrar lo que nos hace dignos y nobles, dice el Profe. Y hay que demostrarlo con hechos. Enseñar con hechos.
Algunos colegas piensan que está loco y ya se cansará. Que cada uno debe conseguir cómo vivir y prosperar, cómo satisfacer sus necesidades y las de su familia –si se puede- porque ya es complicada la situación y si uno se descuida otros viven a su costa.
Piensan que el mal es poderoso y que puede ser conveniente o necesario para salir adelante. Hasta enseñan eso con su comportamiento, aun cuando digan otra cosa. El Profe dice que los que enseñan así han perdido el honor, no tienen dignidad y alejan de sí todo respeto.