Francisco Basili D.
Ya somos más gente en el mundo de lo que el planeta puede sostener y vivimos un modo de producir y consumir que es incapaz de prevenir el hambre, las enfermedades evitables, la ignorancia, el desempleo, la violencia y el constante aturdimiento.
Ya tenemos demasiados conflictos permanentes produciendo heridas incurables y muertes, odios intensos que los realimentan, intolerancias asesinas.
Ya hay poderes destructivos inmensos en manos de maníacos que provocan guerras desastrosas y negocian con el desabastecimiento de otros pueblos.
Ya campean propuestas con promesas políticas casi mágicas que aúpan al poder a incompetentes que se lo apoderan para atornillarse en él, al precio de agravar el sufrimiento de quienes les creyeron.
Ya se promueve dictaduras para poner orden a las groseras muestras de barbarie, sin importar el costo en libertad y en arbitrariedad, aun sabiendo que el poder absoluto atrae niveles de corrupción intolerables.
Ya tenemos una pandemia que muestra la fragilidad de la especie a nuevos virus y bacterias y que ha develado que la corrupción de los políticos y los traficantes de vacunas y respuestas de salud no se asusta con el dolor y la muerte ajena.
Se nos acaba el tiempo. En verdad se nos acaba el tiempo
Teníamos el mandato de cuidar la gracia de la vida, la justicia, la verdad; de amarnos y cuidar unos de otros y hemos permitido que las cosas se salgan de esa ruta.
Dotados de talentos para conocer, sostener y mejorar el planeta, hemos contaminado, desaparecido muchas especies, sobreexplotado recursos sin control en vez de enseñorearnos gentilmente sobre la naturaleza.
Si cada uno piensa que la responsabilidad está en el sistema y que son otros menos limitados que uno mismo los que deben remediar este desastre, nada se arreglará y tendremos menos tiempo.
Si no hay esfuerzos personales para amar a los demás, cuidar de ellos y actuar inteligente y gentilmente con la naturaleza, la locura seguirá su curso y se incrementarán la desgracia, la muerte, las mentiras, la injusticia, la violencia y el aturdimiento.
Esa es una urgencia estratégica que desafía a cada uno. Comencemos y persistamos cada uno, ahí comienza la esperanza. En eso creo.