Para hacer viables sus proyectos autoritarios, los hijos bastardos del socialismo del siglo XXI necesitan ingentes recursos para mantener en la pobreza a millones mediante “subsidios” con lo que sobreviven, pero no progresan, y también para echar mano a esos atractivos recursos públicos para beneficio de sus oligarquías políticas.
PDVSA es, sin dudas, el ejemplo más claro. También el gas boliviano. En ambos casos, lo que era la principal fuente de riqueza del país involucionó en se transformó en una industria destruida. Y cuando se acaba el dinero, salen los tanques. Eso lo entendió muy bien ese imitador barato de Fidel Castro, el dictador venezolano Maduro y el inefable Morales.
Así, las principales consecuencias de manejo discrecional de la renta pública por parte de los populistas autoritarios es la imposición del populismo mediante una feria de subsidios que no puede garantizarse en el tiempo, el estatismo (y como consecuencia, el alejamiento de la inversión privada y la concomitante falta de competitividad y eficiencia) y la corrupción (caja chica para los líderes del partido y la generación de redes clientelares).
Cerrón quiere aplicar el mismo modelo para el Perú. El objetivo es intervenir progresivamente en la actividad minera y en el sector hidrocarburos mediante una política de “nacionalización energética”. Vale decir que el proceso ya está en marcha: en la repartición de la torta estatal, Perú Libre controla el Ministerio de Energía y Minas. Se encuentran, por tanto, realizando un copamiento progresivo por parte de “cuadros” del partido de gobierno.
Sería interesante que estos “cuadros”, más allá de la ideología, pudieran manejar con eficiencia estas entidades. Pero el caso Petroperú pone, nuevamente en cuestión, la idoneidad de Castillo para gobernar y las oscuras pretensiones de Vladimir Cerrón.
La falta de competencias técnicas, los indicios de corrupción y la politización de la institución se traducen en una mala gestión que ha llevado a la empresa, dentro de la calificación de riesgo crediticio, a ser considerada como basura.
Astutamente y para limpiarse las manos, el gobierno pretende culpar a la Contraloría de este descalabro institucional. Sostienen los miembros del gobierno y la bancada parlamentaria que todo lo que sucede es consecuencia de la falta de firma del contrato con la empresa auditoria que revisará los estados financieros de la empresa. La “verdad” del asunto (el gobierno miente, la mentira se volvió la forma de hacer política para el oficialismo) es que el acuerdo no se concretó ya que la empresa solicitó una cláusula de confidencialidad sin tiempo de caducidad, todo lo contrario, a lo que se espera de una auditoria, que es saber los números reales para proveer de información a la junta de accionistas y a potenciales inversionistas.
Incluso esta gente ignorante y desinformada que todavía gobierna el país, presentó una acusación constitucional para amedrentar al contralor. Contraloría, en ese sentido, valientemente ratificó la grave situación de debilidad del gobierno corporativo de Petroperú (pérdida de credibilidad, la denominó el contralor), denunció el retroceso en cuanto al grado de inversión y las demoras en la contratación de la empresa que audite sus estados financieros
A todo ello, se debe añadir que existen una docena de casos que se están investigando en la actualidad a Petroperú. Entre ellas, las irregularidades en el proyecto de modernización de la refinería de Talara.
Del año 2013 al 2017, Petroperú era la empresa líder en generación de utilidades netas y una de las más poderosas del Perú. Al 2022, maneja el 40% del mercado de distribución de hidrocarburos, pero tiene una deuda de 4300 millones que no podrá afrontar. En ese escenario (que no lo dicen las rabonas del gobierno) la empresa en poco tiempo debería entrar en quiebra o el estado deberá rescatar. En realidad, los peruanos rescataríamos a la empresa ya que se pagaría con nuestros impuestos.
En ese sentido, censuramos el trabajo del primer ministro, el ministro de economía, pero, sobre todo, del ministro de energía y minas. Siguen fallando los mecanismos de control político en este inexperto parlamento. La agonía del profesor, al parecer, será larga.