En el mundo de las ideas, el Welfare State no debería aplicar recortes en el gasto público de servicios esenciales como sanidad o educación; sin embargo, en todo sistema existen excepciones y podríamos decir que la situación griega constituye una de ellas en el marco de una coyuntura electoral que alerta a la comunidad europea y al Fondo Monetario Internacional.
Al momento de la crisis de 2008, la comunidad internacional se enteró de que el contexto económico griego no era como sus autoridades habían hecho creer al mundo, el endeudamiento estaba por encima de lo que oficialmente se había reconocido. Es así, que la U.E y el F.M.I tomaron la decisión de conceder un paquete de rescate que reactivara el sistema financiero griego con la condición de que el gobierno implantara una política de austeridad que garantice el pago progresivo del salvavidas; esto, suponía recortar gastos en servicios públicos esenciales.
Así las cosas y luego de 6 años de recesión, la economía griega solo ha podido crecer un agónico 0.6% en el 2014, cuya progresividad de incremento se encuentra en peligro por la inestabilidad política que vive el país producto de un escenario electoral en el cual el candidato conservador Stavros Dimas no pudo lograr la victoria presidencial en el parlamento, en 3 sesiones, aún bajo el auspicio del presidente Andonis Samarás.
De acuerdo a la Constitución griega, la negativa parlamentaria después de 3 sesiones significa la disolución del parlamento y la convocatoria a elecciones generales que, en este caso, han sido establecidas para este domingo 25 de enero.
La preocupación europea se centra en la real posibilidad de gobernar que tiene el candidato del Partido izquierdista Syriza: Alexis Tsipras con un 34% sobre un 30% del Partido conservador. Esto es así porque Tsipras propone la renegociación de la deuda externa griega con el B.C.E y el F.M.I lo cual es estimado como inadmisible por parte de Alemania que lidera la UE y que ha deslizado, a través de sus voceros, la posibilidad de apartar a Grecia de la eurozona si gana el Partido Syriza; ya que, considera que se deben mantener los compromisos firmados que sustentan una política de austeridad y estabilidad económica para Europa.
Ciudadanos griegos están muy receptivos a políticas antiausteridad debido a que un tercio de la población está en riesgo de pobreza y exclusión social gracias a esa famosa política, pero la coyuntura amerita paciencia porque de ganar estrechamente Tsipras, tal como muestran las encuestas, necesitará de una coalición que le permita gobernar y esto inexorablemente ablandará su política de reevaluación de los pactos con el B.C.E. Además, la U.E no podría soportar una salida abrupta de Grecia de la eurozona ello presumiría una severa crisis que sobrevendría en inútil la ayuda económica proporcionada. Aun así, la victoria de Syriza implica desconfianza del sector privado nacional y extranjero para invertir en Grecia lo cual representa pocas expectativas de crecimiento.
Una campaña electoral muy tensa se vive en Europa y, principalmente, en Grecia cuyo futuro depende de este domingo. La decisión que tome el pueblo configurará la tendencia política al interior de Estados europeos cuya circunstancia es muy parecida, esto me hace recordar el eslogan de la campaña de Mariano Rajoy en España: “El PP o el caos”.