Tras 5.860 días en el poder, la Canciller entregará el puesto al socialdemócrata Olaf Scholz, poniendo punto final a una administración que será recordada no solo en su país, sino en todo el mundo.
Después de 16 años en el poder y todavía con una popularidad inoxidable, Angela Merkel deja definitivamente el miércoles la cancillería, dejando un gran vacío en el mundo y un legado desigual, alabado por su sentido de la responsabilidad pero criticado por falta de visión. A sus 67 años y tras 5.860 días en el poder, cederá el relevo al socialdemócrata Olaf Scholz, que será elegido el miércoles por el Bundestag. Por solo nueve días, la Canciller no igualará el récord de longevidad de su mentor Helmut Kohl.
Para muchos alemanes jóvenes, la llamada "generación Merkel", no existe otra canciller que la "Mutti" (mamá, en alemán), el cariñoso apodo recibido para esta política con 31 años como diputada en el Bundestag. Tanto tiempo no parece haber hecho mella en su popularidad. Según una reciente encuesta del instituto Pew, todavía gozaba de una confianza del 72% de los encuestados a nivel internacional. Lejos parece haber quedado el año 2019, cuando la Canciller, al frente de una gran coalición de la derecha y la izquierda agotada, daba la impresión de estar sobrepasada por la movilización de los jóvenes a favor del clima. El "mayor desafío" Como símbolo del crepúsculo de su gobierno, unos incontrolables temblores afectaron a Merkel durante varias ceremonias oficiales y generaron dudas sobre la capacidad de esta "casi infatigable" Canciller para concluir su cuarto y último mandato. Pero la pandemia del coronavirus cambió las tornas. Tres cuartas partes de los alemanes se dicen satisfechos de su acción al frente del país, según los sondeos.
Incluso se oyeron voces durante la pandemia que reclamaban un quinto mandato, pero la primera mujer en dirigir Alemania lo descartó de plano. Esta científica de formación supo comunicar, con pedagogía y de forma racional, para hacer frente al "mayor desafío", según ella, desde la Segunda Guerra Mundial. El confinamiento, que le recordó su vida en la ex-RDA (República Democrática de Alemania, comunista), constituyó, a su juicio, "una de las decisiones más difíciles" de sus mandatos. La pandemia y sus consecuencias volvieron a demostrar su pragmatismo y su capacidad de cambiar de posición para reducir la tensión política, un sentido de compromiso del llamado "merkelismo".
Ferviente defensora de la austeridad tras la crisis financiera de 2008 pese a la asfixia de Grecia, Merkel se convirtió ahora a la política de aumento del gasto y la mutualización de la deuda, lo único, según ella, capaz de salvar el proyecto europeo. En 2011, la catástrofe nuclear de Fukushima en Japón la había convencido rápidamente para iniciar el abandono progresivo de la energía nuclear en Alemania.