«¡Michael Brown!, ¡Amadou Diallo!, ¡Trayvon Martin!, ¡Alton Sterling!, ¡Eric Garner!, ¡Philando Castile!»… Un manifestante gritaba hoy esos y otros nombres con voz desgarrada en una acera de la avenida Flatbush, en Nueva York. Es una letanía de hombres negros muertos a manos de la policía, en circunstancias dudosas o abusos flagrantes. Con cada nombre, la muchedumbre alrededor respondía «¡Don’t shoot!», «¡No disparéis!». La respuesta era atronadora cuando al final apareció el nombre de George Floyd, que falleció el pasado lunes tras ser asfixiado por un policía durante casi nueve minutos cuando estaba esposado y sujeto por otros dos agentes.
La muerte de Floyd y la aparición de un vídeo grabado por una viandante que recogía todo el episodio -«no puedo respirar», «me vais a matar», se escucha decir a Floyd, que se desvanece sin que el agente deje de ahogarle, con su rodilla sobre el cuello- han desatado una ola de protestas contra una lacra que no desaparece. La contestación al racismo estructural y a los abusos policiales que vive el país ha sido oscurecido, sin embargo, por la violencia que ha acompañado a las protestas.
En Mineápolis, la ciudad de Minnesota donde ocurrió la última tragedia, la situación estuvo bajo control en la madrugada de ayer, después de cuatro noches de caos y destrucción. El gobernador del estado, Tim Walz, había llamado a todos los miembros de la Guardia Nacional del estado, y las calles de la ciudad se inundaron de agentes del orden. Hubo enfrentamientos con los agentes, y destrozos, pero la policía actuó con mayor determinación y efectivos para imponer el toque de queda a partir de las ocho de la tarde que habían decretado las autoridades. Se realizaron arrestos, se lanzaron gases lacrimógenos y para la medianoche la mayor parte de las calles de la ciudad estaban vacías.
La posibilidad del despliegue del Ejército en la ciudad se rebajó hoy, tras el ofrecimiento del presidente, Donald Trump, a hacerlo. El Pentágono, sin embargo, tiene unidades de policía militar en alerta por si es necesario su envío.
La relativa calma de Mineápolis, donde durante la semana han ardido decenas de edificios y se han extendido los saqueos, contrastó con el aumento de la violencia en el resto del país.
Cientos de arrestos
En Nueva York, protestas pacíficas como el recordatorio de los hombres negros muertos por abusos policiales, los llamamientos a reformas estructurales en las fuerzas del orden y sentadas dieron paso a incidentes violentos. En la misma avenida Flatbush, se destrozaron coches de policía, y dos todoterreno policiales embistieron a una multitud que trataba de impedir el paso con una valla y les lanzaba objetos. Hubo disturbios por toda la ciudad, desde Harlem a Staten Island, y ayer se registraron saqueos en localidades cercanas como Rochester y se esperaban más incidentes por la noche.
Al escribir esta información, la policía había arrestado casi 350 personas desde la tarde del sábado y se multiplicaban las acusaciones al uso excesivo de violencia por parte de la policía, a pesar de que en la mayoría de los casos se vio a las fuerzas del orden actuar con proporcionalidad. El jefe de policía de la ciudad, Dermot Shea, calificó de «turba» a los manifestantes violentos y aseguró que lo que ocurrió en la madrugada de ayer -coches incendiados, destrozos, 33 policías heridos- fue un «intento de apropiarse de la causa de la igualdad que todos debemos defender».
En Nueva York no se impuso un toque de queda -una medida muy complicada para la mayor ciudad del país-, algo que sí ocurrió en decenas de grandes urbes, desde Los Ángeles a Miami o Filadelfia. No se recordaban tantas ciudades en toque de queda desde el asesinato de Martin Luther King, el gran líder de la lucha por los derechos civiles de la minoría negra, en 1968. La Guardia Nacional se desplegó en doce estados, además de la capital del país, Washington.
Protestas en 75 ciudades
Nada de eso evitó que continuara la violencia, que ensombreció las protestas, en su mayor parte pacíficas, en 75 ciudades de EE.UU. Muchas de ellas descendieron a escenarios de caos, con coches de policía en llamas, vandalismo, cortes de carreteras, pillaje, cientos de policías y manifestantes heridos y nuevas víctimas mortales. Un joven murió en Indianápolis la noche del sábado, el cuarto fallecido en todo el país desde que empezaron las protestas el pasado martes. Al cierre de esta edición, se habían producido casi 1.700 detenciones en EE.UU. por las protestas, según el recuento de la agencia AP.
Muchas autoridades y líderes sociales han tratado esta semana de aunar llamamientos a la calma y a la serenidad con el reconocimiento de que las protestas son legítimas y responden a una lacra que EE.UU. no es capaz de solucionar. «Sé de vuestro dolor, rabia, sentimiento de desamparo y desesperanza. Se os ha negado la justicia durante mucho tiempo», dijo en un comunicado el veterano diputado John Lewis, uno de los líderes de los movimientos civiles de los derechos sociales, que caminó con King y organizó revueltas pacíficas. «Los disturbios, los saqueos y los incendios no son el camino. Organizaos. Protestad. Haced sentadas. Votad. Sed constructivos, no destructivos».