Punto de Encuentro

En memoria de padres inolvidables.

Por Roberto Rendón Vásquez.

Va corriendo el tiempo, es primer día de diciembre (2024), esperamos que termine este año y nos detenemos para recordar el pasado. ¡Cuánto hemos vivido! Nuestra memoria se remonta a nuestra infancia, cuando nuestro padre nos llevó a la escuela el primer día en que empezó el “año académico” de transacción; fue un mundo nuevo, había otros niños y todos sentados en carpetas conocimos a nuestro primer profesor que empezó por enseñarnos las cinco vocales; en nuestro primer recreo –aun sin conocernos– los “alumnitos” comenzamos a jugar. Fue nuestra primera experiencia educacional. Seguimos toda la primaria, luego ingresamos a secundaria y en cada año ya habíamos concebido lo que era el compañerismo. ¡Ya teníamos nuestro grupo de amigos y compartíamos experiencias en cada año escolar y en nuestra adolescencia, camino a la juventud! En la ciudad, el país y el mundo ocurrían muchos acontecimientos de los que nos informábamos en aquellos tiempos– por los diarios y años después en las radios porque en las familias las compraban. Nos enterábamos del deporte, de lo que hacían los gobiernos y de la guerra mundial.

Nuestros padres no nos dejaban solos. Trabajaban intensamente. Nuestro padre cumplía sus deberes laborales donde su empleador y sus remuneraciones eran para el sostenimiento familiarnuestra madre, al mismo tiempo que nos atendía cada día sin que nos falte nada, también trabajaba desde casa para obtener una remuneración. Para ambos, éramos su preocupación sin dejar de darnos ejemplos y educación. Ya adolescentes, camino a la juventud, sin dejar nuestra asistencia a clases, nos permitían que “trabajemos” no solo para que ganemos algo sino para aprendamos y nos preparemos para la vida. Para ambos éramos la razón de su vida. Y así, muchos del grupo, llegamos a la educación superior alentados “por nuestros viejos” que seguían dándonos lo que era necesario para la vida y la educación. Ya, jóvenes, a la vez que estudiamos nos ubicamos en un empleo para contribuir al costo educacional y en lo que era posible, a la economía familiar. Nuestros amados padres, ya cercanos a los cincuenta años, seguían trabajando arduamente por su familia. Ahora nos damos cuenta que en realidad se privaban de muchas cosas (viajar, comprase prendas, divertirse con sus familias y amigos, etc.) para darnos lo que requerimos para nuestra formación profesional. Se sintieron felices que nos graduáramos en la institución de estudios superiores. ¡Ya podíamos vivir solos! Nuestro padre estaba cerca de la jubilación y la madre seguía trabajando en casa. ¡Formaron una familia y un hogar ejemplar! Con sus ahorros mejoraban la casa.

Nosotros seguíamos por el mundo ejerciendo nuestra profesión; unos independientemente con clientes, otros en empleos de personas naturales y/o jurídicas y algunos en entidades públicas. Ya para entonces teníamos “pareja” que presentamos a nuestros padres, y ella a los suyos. ¡Y nos casamos! Fue una fiesta para nuestros “viejos”, pero ellos esperaban nietos. ¡Era su nueva esperanza! Ya estaban en la tercera edad. Escuchándonos, viajaran a conocer otros lugares del país y hasta de otros, pero jamás se despreocuparon de nosotros aunque domiciliábamos en distintas casas– procuraban estar con sus nietos. ¡y la vida sigue caminando ….!

Primero nuestro padre enfermo y la preocupación de su cónyuge se centró en atenderlo. Aun así, jamás se despreocuparon de nuestra familia ni de los nietos que ya estaban educándose. Un día del que nunca olvidaré– mi padre partió. Fue terrible perder a quien jamás nos dejó solos. Nuestra madre, con sumo dolor porque perdió al ser que amaba, seguía, aunque viviendo sola, estaba al lado de nosotros y sus nietos eran su alegría cotidiana. Ya con achaques propios de la edad, un día también partió a reunirse con su esposo en el oriente eterno. Ambos nos dejaron solos. Comenzamos a vivir de nuestros recuerdos a ellos.

Nuestra vida se las debemos a ellos, nos dieron ejemplos inolvidables. Su ventura era que creciéramos sanos de alma y cuerpo, nos educaron e hicieron sacrificios (privándose de sus ilusiones de humanos) para que alcanzaron un oficio y/o profesión. Jamás nos dejaron solos no obstante a que habíamos formado una familia. Partieron de esta vida dejándonos en la tristeza, pero agradecidos porque hicieron de sus hijos personas debidamente formadas.

¡Nuestros padres son inolvidables! ¡Somos lo que somos, porque ellos nos han dado la vida y nos han formado!

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