Por José Mario Azalde
Nico Colfer es graduado de la Licenciatura en Letras de la Universidad del Salvador (USAL). Cursa actualmente la Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). A lo largo de su carrera académica, participó de diferentes jornadas con trabajos focalizados en las representaciones literarias de las minorías sexuales y racializadas. Su experiencia laboral incluye la asistencia al curador del Espacio de Diversidad Sexual y Cultura de la 44ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la curaduría de las actividades literarias del 12° Festival Ciudad Emergente. Hoy colabora como cronista con el suplemento «SOY» de Página 12. También es profesor en el Seminario de Literatura Iberoamericana y el curso Literatura Iberoamericana Contemporánea de la USAL. Además, en el marco de un proyecto seleccionado por el régimen de Mecenazgo del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, se desempeña como editor de la colección de ensayos Sin pasar por la vereda: la poesía cuir en el territorio argentino, cuya publicación estará a cargo de la editorial Elemento disruptivo en 2023. Su novela Las igniciones (Trench Editora, 2021) es una distopía narrada en clave marica.
1.- ¿Cómo evalúas la interacción o diálogo intrarregional (latinoamericano) con respecto a la producción literaria en los últimos años? ¿Más allá del eje Buenos Aires – México DF existe literatura en Latinoamérica?
Existe literatura en todas partes y excede a los libros. Las redes sociales propiciaron que se rompiera ese “gesto pretencioso” de publicar un libro, algo que Walter Benjamin venía agitando en Calle de sentido único. En ese texto visionario, Benjamin ya observaba que podía haber literatura en el letrero de una manifestación obrera, en una pared intervenida, ahora también en un post de Instagram. No quiero decir que todo lo que se presenta como literatura en Instagram lo es en efecto, sino que ahí también pueden encontrarse textos de una belleza y un sentido asombrosos. Esta multiplicidad de plataformas y soportes tiende puentes nuevos entre ciudades, provincias y países. Hace ingresar en el juego a nuevxs autorxs, pero también a nuevxs lectorxs que tal vez no podrían leer una novela pero sí conmoverse con un post. También permite que las editoriales entablen vínculos con autorxs a la distancia. Yo formo parte de una editorial de poesía llamada Elemento disruptivo —dirigida por dos personas brillantes: Inés Ripari y Clara Inés— cuya premisa federal se potencia gracias a las redes: buscamos publicar poemas de personas que escriben fuera de Buenos Aires, en provincias donde la oferta editorial no es tan variada ni tan accesible. Es el mejor ejemplo que puedo dar.
2.- ¿La presencia de escritoras en la escena actual responde solo a una reivindicación histórica o viene acompañada de una evidente calidad literaria poco conocida y difundida? ¿Existe la figura del “macho lector” (lectores solo de escritores)?
Existe el macho escritor y existe una masculinidad muy ligada a la figura del intelectual que escribe para un público reducido. Pienso en Borges, por ejemplo, o en Mario Vargas Llosa. Son figuras autorales muy ligadas a la academia y a la recepción elitista. En 2020, con ocasión de un festival organizado por la Revista Wacho, escuché a la Camila Sosa Villada decir algo que me parece hermoso y cierto: “Somos las mujeres y las disidencias quienes estamos poniendo a la literatura en manos de la gente”. No es entonces una cuestión de reivindicar las escrituras minoritarias —no olvidemos que nosotres siempre seremos minoría ante el poder hegemónico, independientemente de cuántes seamos de hecho— ni de la calidad literaria lograda por nosotres —dicho sea de paso, deberíamos pensar qué es la calidad literaria hoy por hoy—. Es más bien una cuestión de habilitar tanto una producción como una recepción más popular de los textos literarios, de poner en circulación imaginaciones que no sean solo las de los borges y los marios, sino también las de los ioshuas, las camilas y les lemebeles. Por supuesto que algunes van a seguir prefiriendo leer solo a varones, así como hay femenidades que leen solo a Florencia Bonelli o trolos que se siguen emocionando con Chris Pueyo. El punto está en que todos estos nombres y modelos de mundo estén circulando a la vez, que sean simultáneamente accesibles.
3.- ¿Cuáles son los grandes temas en la literatura argentina actual? ¿Malvinas? ¿Peronismo? ¿Inmigración? ¿Dictadura y memoria histórica?
Me parece que el gran tema de la literatura argentina actual es la incertidumbre. Nadie entiende qué está pasando ni qué podemos esperar. Esto se traslada a la composición textual y a la forma en que los personajes experimentan los hechos narrados. También provoca que, de pronto, estemos produciendo un montón de textos de terror y de ciencia ficción. Honestamente, no sé si el realismo tiene algo interesante para ofrecernos. Ya andamos demasiado pasadas de lo real como para encontrar ahí un sentido. La tensión actual, arriesgo, es entre el desastre y la fantasía.
4.- Puedes identificar (una rápida selección) a las nuevas estrellas del parnaso literario argentino, más allá de reconocidos autores como Kohan, Pauls, Fresán, etc.
El parnaso literario me aburre, lo toco de oído solo por lo que se estudia en las universidades donde hago cosas. Sí puedo identificar estrellas de la constelación no hegemónica: Nitsuga, Amit Duek, Vir del Mar, Gaita Nihil, Flavia Calise, Maia Debowicz, Gemma Ríos… La lista va creciendo, por suerte, y esto se debe al interés de muchas editoriales independientes por trabajar con textos que no podrían llegar al parnaso. Ahí no hay barro, ni marcas de rouge en los espejos rotos.
5.- La política influye en la producción editorial. Muchos sostienen que hubo un tremendo problema con el macrismo y que, actualmente, se experimenta un proceso de recuperación con condiciones económicas internas poco favorables. ¿Consideras que esta afirmación es correcta?
Considero que el macrismo fue un horror y que el gobierno actual no nos curó el espanto. Si mañana me invitaran a una fiesta tipo Halloween, no sabría si disfrazarme de Macri o de Alberto Fernández; el efecto sería más o menos el mismo. De todos modos, hay algo interesante en cuanto a la circulación de los libros en Buenos Aires: puede bajar eventualmente, pero nunca se detiene. Lo que sí es muy difícil es sostener una editorial independiente en contextos como este; los costos de imprenta son cada vez más elevados y para tener presencia en algunas ferias hay que invertir sumas delirantes. Las editoriales independientes que sobreviven tienen entre ellas una solidaridad notable y un gran laburo vincular con autorxs y lectorxs. Ahí está la clave.