Punto de Encuentro

Venezuela 2024: El fraude electoral de la dictadura

  • Rafael Rodríguez Campos

El 28 de julio el dictador Nicolás Maduro perpetró el mayor fraude electoral en Latinoamérica de los últimos tiempos. Ese día el dictador le robó la elección a más de 21 millones de ciudadanos que acudieron a las urnas con la esperanza de acabar democráticamente con el régimen autocrático que lidera desde 2013. Así, tras unas elecciones muy polémicas, plagadas de acusaciones de irregularidades electorales (como la persecución a los líderes de la oposición), el dictador fue proclamado como presidente electo para el periodo 2025-2031 por el Consejo Nacional Electoral, el organismo electoral sometido por el chavismo más fanático.

Elecciones no democráticas

Al respecto, es importante tomar como referencia lo expuesto por el Centro Carter, una de las principales organizaciones internacionales que participó en la observación de las elecciones presidenciales, que ha desacreditado todo el proceso electoral. En principio, el Centro Carter ha señalado que no ha podido verificar los resultados que dieron como ganador al dictador Nicolás Maduro porque el Consejo Nacional Electoral, lejos de actuar con transparencia, no ha proporcionado los resultados desglosados por cada mesa de sufragio, algo que constituye una grave violación de los principios electorales internacionales. En suma, para el Centro Carter -en opinión que compartimos- “la elección presidencial en Venezuela no se adecuó a parámetros y estándares internacionales de integridad electoral y no puede ser considerada democrática”.

¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones en Democracia?

Ahora bien, dado que 21 millones de venezolanos han sido víctimas de un fraude electoral descarado por parte del dictador que los gobierna desde 2013 y cuyo régimen de terror pretende prolongar hasta 2031, es necesario recordar (aunque parezca obvio) por qué es importante celebrar elecciones en Democracia. Para ello, recurriremos a lo expuesto por Adam Przeworski en su libro “¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? Pequeño manual para entender el funcionamiento de la democracia” (Editorial Siglo XXI, 2019).

Sobre ello, el notable profesor polaco de Ciencia Política nos recuerda lo siguiente: “Elegimos a nuestros representantes por medio del voto. Los partidos proponen políticas y presentan candidatos, nosotros votamos; según reglas preestablecidas, se declara un  ganador, este ocupa su cargo y el perdedor se va a su casa. A veces hay fallas en el sistema, pero por lo general el proceso funciona sin sobresaltos. Durante unos años sus integrantes nos gobiernan y luego tenemos la opción de decidir si los prorrogamos en sus cargos durante otro periodo o bien si echamos a esos canallas. Todo esto es tan rutinario que lo damos por sentado”.

Eso quiere decir que cuando una dictadura como la de Nicolás Maduro viola el derecho de sufragio de 21 millones de personas perpetrando un fraude electoral tan grosero como el que acabamos de atestiguar en Venezuela está atentando contra el corazón mismo de la democracia pues le niega al pueblo (él auténtico soberano del poder) el derecho de decidir libremente si desea prolongar el mandato de quienes ejercen el gobierno o si prefiere echar a esos canallas, como lo apuntaban todas las encuestas de intención de voto publicadas por instituciones independientes que le daban a Edmundo Gonzáles, el candidato opositor de la Plataforma Democrática, una ventaja que oscilaba entre los 25 y 35 puntos de diferencia a su favor frente al dictador.

Sobre este punto, es importante destacar que el comando de campaña de Edmundo Gonzáles, CON VENEZUELA, viene publicando las actas auditadas y digitalizadas que reclaman el Centro Carter y países como Brasil, Argentina, Colombia, Chile, entre otros. Esos datos han sido subidos a una página web y, procesados en un 84%, arrojando un resultado favorable al candidato opositor quien alcanza el 68% de las preferencias frente a un 30% obtenido por el dictador, cifras que confirman el resultado proyectado por todas las encuestas.

Dictaduras del siglo XXI

Pero más allá de ello, lo cierto es que el desafío en Venezuela recién comienza. Como lo habíamos expuesto algunas personas que venimos observando el proceso político/electoral en Venezuela resultaba un poco ingenuo pensar que el dictador y los malhechores que lo rodean abandonarían el poder porque así lo dispusieron unos cuanto millones de votos. En todo caso, algunos apostamos a que siendo la diferencia tan grande (entre 25 y 35 puntos a favor del candidato opositor, reiteramos) la dictadura tendría algunos reparos en proclamar a Nicolás Maduro como ganador cuando el veredicto del pueblo en las urnas era claramente otro. Nos equivocamos, la dictadura nos acaba de mostrar su lado más oscuro y criminal.

¿Cómo explicar este descalabro? Quizá la respuesta más sensata sea recordar que Venezuela es una dictadura o régimen autocrático hace 25 años, y que el poder del chavismo se ha venido consolidando durante este cuarto de siglo socavando las bases del Estado de Derecho y la Democracia en Venezuela con el apoyo de diversas instituciones como las Fuerzas Armadas o el propio Consejo Nacional Electoral, este último convertido en una especie de caja de resonancia del chavismo durante los últimos procesos electorales.

Así, por ejemplo, Venezuela gracias al delirio de los dictadores Hugo Chávez y Nicolás Maduro, es hoy el más claro ejemplo en Sudamérica de un régimen dictatorial de siglo XXI que viola sistemáticamente los principios básicos de la democracia. En esa línea, hace algunos años, el notable intelectual ecuatoriano Osvaldo Hurtado, autor del libro titulado “Dictaduras del siglo XXI. El caso ecuatoriano” (Paradiso Editores, 2012)”, explicaba con claridad cuáles son esas instituciones democráticas que en un régimen autocrático como el de Hugo Chávez (antes) y Nicolás Maduro (ahora) suelen ser duramente atacadas.

Siguiendo la lógica del profesor Hurtado podríamos afirmar -sin temor a equivocarnos- que el chavismo/madurismo autocrático durante los últimos 25 años ha violado impunemente las siguientes instituciones democráticas: 1) Imperio de la ley (el dictador la viola impunemente); 2) División del poder (el dictador somete a todas las instituciones incluyendo al organismo electoral); 3) Independencia de la justicia (el dictador somete a los jueces y fiscales de toda la república); 4) Libertades, garantías y derechos (el dictador ha creado una lista de perseguidos y presos políticos); 5) Pluralismo político (el dictador persigue a los líderes de la oposición); 6) Alternancia en el gobierno (el dictador busca gobernar por 18 años violando principios constitucionales básicos de una república); 7) Elecciones libres (el dictador ha perpetrado el fraude electoral más flagrante en Latinoamérica de los últimos tiempos); y 8) Transparencia (el dictador y las instituciones a su servicio -como el Consejo Nacional Electoral- se niegan a publicitar los actos de gobierno y rendir cuentas ante la ciudadanía).

Volviendo al Centro Carter

Siendo ese el contexto político en Venezuela, debemos subrayar enfáticamente que compartimos la afirmación hecha por el Centro Carter, luego de desplegar notables esfuerzos por llevar adelante una observación electoral en el marco de un régimen autocrático, sobre estas elecciones presidenciales: “El proceso no ha alcanzado los estándares internacionales de integridad electoral en ninguna de sus etapas relevantes y ha infringido numerosos preceptos de la propia legislación nacional. Se desarrolló en un ambiente de libertades restringidas en detrimento de actores políticos, organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación. A lo largo del proceso electoral, las autoridades del Consejo Nacional Electoral mostraron parcialidad a favor del oficialismo y en contra de las candidaturas de la oposición”, añade el Centro Carter.

La represión de la dictadura

Del mismo modo, no debe sorprendernos que las protestas ciudadanas registradas en los días posteriores a la jornada del 28 de julio hayan dejado (hasta la fecha) un saldo de al menos 15 muertos y cientos de detenidos. Esa cifra seguramente aumentará sobre todo tomando en consideración que el dictador, en cadena nacional, reunió a los miembros del Consejo de Estado y del Consejo General de Defensa para anunciar que capturarán a los ciudadanos que salieron a protestar y castigarán a la “derecha fascista”, por supuestamente haber fomentado motines, y lo hará mientras cuente con el apoyo de esos criminales que disfrazados de militares dirigen las Fuerzas Armadas. En otras palabras, la dictadura encarcelará a toda persona que se atreva a decir públicamente lo que toda Latinoamérica sabe: “la elección presidencial de Nicolás Maduro es un fraude electoral perpetrado por la dictadura que él dirige desde 2013”.

Lo que se viene

Finalmente, y aunque parezca contradictorio, consideramos que la lucha por recuperar la democracia en Venezuela recién comienza. Luego de 25 años de gobierno autocrático la oposición democrática debe entender que solo la presión local e internacional, así como las protestas sociales serán la clave que definirá el futuro del régimen dictatorial de Nicolás Maduro. En esa línea, lo que se espera de los gobiernos, partidos y movimientos políticos de la región es que rechacen categóricamente el fraude electoral en Venezuela y no reconozcan la elección presidencial de Nicolás Maduro. En dicho esfuerzo, es fundamental que la izquierda latinoamericana, siguiendo el ejemplo de líderes como Gabriel Boric en Chile o la dirigencia del Frente Amplio en Uruguay, asuman un compromiso férreo con la defensa de la democracia en Venezuela denunciando todas y cada una de las tropelías cometidas por Nicolás Maduro y sus secuaces.

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