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¿Cómo se pierde el sentido del deber y cuánto cuesta?

Francisco Basili Domínguez

Las comunidades comienzan a fregarse cuando se cree que el único deber es ser feliz, dice Haydée, dirigente comunal.

Cuando las únicas metas son el poder, el éxito, las propiedades prestigiosas y el placer, dice Gregorio, un amigo sacerdote, se pierde la capacidad de ver y responder a los demás.

Y nos fregamos, dice Gerardo, porque sacamos el cuerpo a los deberes y las responsabilidades.  Gerardo es diagramador de profesión y taxista. 

Todos queremos vivir y disfrutar, dice Jaime, profesor universitario.  En lugar de cumplir y hacer las cosas bien preferimos pasar piola.  Ser reconocidos en un grupo es mejor que ser responsable.

Será que hemos perdido el sentido del deber o que ya nos parece secundario, dice Olga, animadora cultural. Total, si nadie cumple..., agrega.

Teresa, madre soltera y auxiliar en un nido dice que cuando tienes hijos tu sentido del deber es claro, tienes que atenderlos bien y tener ingresos, porque si no tienes ingresos sufres y no hay felicidad posible.

Y cuando dependes de un trabajo debes hacer tu cosas bien y a tiempo, porque si no tú pierdes el trabajo, dice Julio, que es cocinero en un restaurante del mercado cercano.

Jorge, economista y publicista, añade que aunque sepamos qué tenemos que hacer, somos fofos, autocomplacientes y nos falta compromiso para hacer nuestras tareas a tiempo y bien.

Marina, cocinera como Julio, dice que a la mayoría no nos han criado fofos, que hemos debido trabajar desde pequeños y que aprendimos que hay honor en saber hacer las cosas bien y a tiempo.

Se ha perdido el gusto por el honor y la calidad en el camino, dice Chicho, el llantero del barrio.  Miren la reconstrucción en las zonas de  emergencia, es pura corrupción y abandono sin ninguna vergüenza.

Es mal ejemplo a escala nacional, como pasó con las vacunas contra el COVID y con tantas obras sobrevaloradas, inconclusas o mal hechas, dice Trini. Delitos sin vergüenza ni castigo.

Y eso es porque se legitima el egoísmo, cada uno a lo suyo, dice Gloria, y reaccionamos a las estafas contra el público cuando ya están hechas y son muy escandalosas.

Waldo, animador cultural, dice que el precio de perder el gusto por hacer las cosas con calidad y ser responsables con los deberes es la mediocridad.  Nos volvemos comunidades y nación mediocres.

Milena añade, con mediocridad las cosas nunca son como uno quiere, sólo son casi como lo habíamos deseado.  La mediocridad trae frustración y degrada hasta la felicidad.

Haydee, la dirigente comunitaria, apunta que ahora parece admirable que alguien saque el cuerpo a sus deberes o se salte las normas sin castigo.  Que se aprecia al astuto, al que disfruta aunque no cumpla. 

En mi grupo se siente que los cumplidores son un poco tontos, dice la hija adolescente de una amiga empresaria.  No es prestigioso estudiar mucho, ni ser serio, ni ser generoso.

Es que uno ya tiene harto trabajo con no aburrirse y tener éxito, dice su compañero, no te metas en asuntos de otros y deja el heroísmo para  los bomberos, es la nueva sabiduría.

Eso es amor por la mediocridad, dice su abuela, y es suicida, añade.

Mediocridad y deshonestidad aumentan los costos de todos los procesos, dice Oscar, administrador de un restaurante, porque hay que aumentar la vigilancia, las supervisiones, los controles.

Sin honestidad, sin responsabilidad y pasión por hacer las cosas bien y a tempo, los recursos se pierden y no se logran nunca los mejores objetivos, dice Jesús, un colega docente jubilado.

Pero ¿por qué ha pasado eso? ¿cómo y cuándo hemos perdido el honor y permitido que cundan la deshonestidad y la mediocridad? Nos pregunta la abuela.

Elena, cuenta que los hijos de una prima creen que todo lo merecen y no tienen deber alguno, y a ella le pesa porque se le han vuelto  desconsiderados y parásitos y la culpan de lo que les falta.

Pepe, decía que sobran tentaciones, actividades y consumos atractivos llamando la atención hasta de los niños. Hay miles de cosas más interesantes que hacer las propias tareas o los compromisos asumidos.

Se machaca mucho en el derecho a la felicidad que se confunde con el derecho a hacer y tener lo que te da la gana aunque sea ajeno, dice Jaime, ex marino, también chofer de taxi.

Adán cuida a sus padres ancianos y añade tienes que aprender que si cumples ganas honor y dignidad. Si no cumples te vas volviendo un bellaco.  Si no te importan tus deberes eres un miserable.

Marleny, animadora de grupos de Taichí precisa: si haces las cosas a la champa tu dignidad es pobre.  No eres confiable. Gastas energía sin propósito. Tus resultados son desdeñables.

Teresa, tiene un puesto en el mercado y complementa, tus hijos deben aprender que tú los amas y que esperas que cumplan sus deberes.  Que no hay honor en defraudar a quien los ama.

Johny, costurero y profesor de aeróbicos añade que es bueno divertirse, pero hay que cumplir primero los deberes y hacerlos bien, hay que ser solidario y dar su prioridad a cada cosa. 

Sonia, madre de ocho y vendedora responde que es una bendición cuando tu familia y tu trabajo son realmente tu felicidad y tu pasión y nada te distrae de responderles bien a ambos.

Muchos aceptan un trabajo porque no encuentran otro y no les gustan sus tareas cotidianas.  Trabajan para ganarse alguito, no trabajan con gusto, apenas pasan piola, dice Pepe, que es mil oficios.

Yo creo que se aprecia menos que antes el gozo del deber bien cumplido, dice Juan Manuel, profesor de historia. No hay marketing para la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad.

Lele, asistente de cuidados paliativos, confirma que muchos consideran una carga a su familia y una condena a su trabajo y andan en busca de otras cosas para satisfacerse.

Edgard, jardinero del barrio, anota, uno sospecha siempre de los ociosos, de los incumplidos, de los que piensan solo en juergas y parrandas, porque meten la idea de dejar los deberes por divertirse.

Pero el ejemplo de la deshonestidad de las autoridades y de las figuras públicas, hasta del deporte y de los espectáculos es eso: todo vale para ti mismo y tu satisfacción, incluso si haces escándalo.

Trini apunta: hay que criar responsabilidad sobre los deberes y el bienestar común en la familia, en el vecindario y en la escuela.  El egoísmo es el gran mal y se debe reconocer y combatir temprano.

Líber, profesor de teatro, nos decía que la pregunta básica sobre una persona es ¿coopera o no coopera?  El parásito, el ocioso, el que permite que lo aplasten y el abusador son igualmente miserables.

Rina aporta: se cae en un desequilibrio peligroso cuando se desprestigian los deberes y sólo se mencionan y exigen los derechos.

Javier oyó a una mamá decirle a su hijo que no quería cooperar: qué feo tu corazón hijito.  Haz bien lo que debes hacer, aunque no tengas ganas, si no serás peor que un animal.

Gloria, otra colega docente, añade: hacerse valer no significa sólo  reclamar derechos, es mostrar capacidad, cumplir los deberes, aportar al bien común, ser solidario. 

Hacer el bien, hacer lo correcto, trabajar con calidad, son las bases para una sociedad que prospera y se hace respetable, dice Mauricio, deportista y entrenador físico.

Betty decía: me asusta cuando veo a un papá que ofrece un premio a sus hijos para que hagan lo que deben hacer.  Eso es cuestión de dignidad, de honra, de cumplir expectativas, no de ganar alguito.

Eso, si está más valorado ganar alguito y pasarla bien que valer, cumplir, mostrar honor y responsabilidad, no habrá progreso, insiste Edgard.

Eso incluye el deber de participar en alguna organización que vigile la gestión pública y procure el bien común.  Las organizaciones políticas nos permiten incidir en la política.  Si no, a llorar al río.  Dice Jorge.

Sin sentido del deber y responsabilidad la industria más próspera es la delincuencia, dice Miguel, que es policía. Gana más, se multiplica, evita penas y castigos, arma y vende relatos donde no hay culpables.

En una sociedad que normaliza la deshonestidad y el ventajismo se  compra políticos y periodistas.  Y es el sistema el que tiene la culpa de todo...entonces nada puede ser corregido.

Sentido del deber, honor y responsabilidad, es urgente un buen marketing de esos valores y mucho y cotidiano ejemplo desde arriba y desde los costados, para salir del pantano, dice el Padre Hilario.

Y participación política, dice Enrique, ese es un valor también urgente, porque si la gente sólo confía en lo que le dicen y no se involucra en lo que le afecta, le toca sufrir lo que otros le deparan.

Pongamos en el centro  el cuidado y protección al prójimo, el cultivo y ejercicio de nuestos talentos, el cumplimeinto de nuestros deberes y una sostenida responsabilidad sobre el ambiente natural y el patrimonio cultural.  Eso es el programa mínimo, decía Omar, joven político.

Francisco Basili Domínguez

Chorrillos, Abril de 2023

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