Tengo 36 años recién cumplidos. Hoy, 02 de agosto de 2018, mi hija mayor, mi Berita, cumple 20. Seguramente los “curiosos” especularán y afirmarán que fui padre a los 16. Lamento decepcionarlos, no fue así. Lo que pasa es que Giovanna, la maravillosa mujer que decidió formar una familia conmigo, a pesar de mis múltiples defectos y limitaciones, trajo al mundo a mi Berita con apenas 21 años.
¿Por qué les cuento parte de mi vida privada? Bueno, primero porque sé que muchas familias se constituyen de una manera no tradicional, y porque a veces, aunque parezca mentira, la sociedad, los amigos y la familia -eso es lo más triste- cuestionan las formas como las personas decidimos ir en busca de nuestra felicidad. Entonces, lo que quiero es contarles que en mi caso, como en muchos otros, a los hombres nos llega la paternidad como consecuencia del profundo amor que sentimos por esa mujer que al conocernos ya era madre.
Como ya lo señalé, mi hija, hoy cumple 20 años, y eso me obliga a reflexionar sobre dos cosas: primero, sobre el valor de las mujeres que a los 20 años deciden continuar con un embarazo (pienso en las que sí tienen la oportunidad de elegir). Segundo, sobre el reto que supone para un hombre ganarse el afecto de una nena que si bien no lleva tu sangre empieza, a veces de manera inconsciente, a parecerse a ti. Aunque para ser muy honesto, todo el esfuerzo es recompensando el día que empiezas a escuchar de sus labios la palabra Papá..
Sobre lo primero, quiero decirle a Giovanna que la admiro. Que nunca dejaré de hacerlo pues hay que tener los “ovarios muy grandes” para ser madre a los 21 años. Yo, debo confesarlo, no lo hubiera sido. A los 21 años, y ahora pienso en mi Berita, las mujeres son niñas. Berita, mi ratona grande, porque la chiquita es nuestra Rafaella, aunque quiere ser reconocida como adulta sigue teniendo la dulzura y la testarudez de una pequeña. Será grandota, y asistirá a conciertos de música urbana con su “gentita”, pero al final del día no es otra cosa que una adolescente con DNI que busca el abrazo y beso de sus padres para cerrar los ojos y poder dormir.
Sobre lo segundo, quiero decirles a todos los hombres que van a vivir esta experiencia que nada puede ser más maravilloso que ser elegido como PAPA. Porque a mi Berita nadie le exigió llamarme de esa manera. Es más, recuerdo que por largo tiempo yo era Rafa, solamente Rafa, la pareja de su madre. Y digo que es algo maravilloso –pero también muy retador- porque mi Berita, a diferencia de mi Rafaella, tuvo la oportunidad de elegir a este hombre que es una colección de errores como Papá y decidió hacerlo libremente. En cambio mi Rafaella, pues bueno, a ella le tocó la lotería de la vida, y sacó el boleto que llevaba mi nombre. Como quien dice, no hay lugar a reclamos, por eso yo trataré siempre de que ella sienta que se ganó el premio mayor.
Esto último me llena de felicidad. Soy feliz, mi Berita me hace feliz. Y lo hace no solamente cuando me llama Papá, osea todos los días. Lo hace con cada gesto de cariño, con cada abrazo, con cada buena nota obtenida en la universidad o en las clases de inglés. Pero también lo hace, aunque parezca extraño, cuando se equivoca, pues me da la oportunidad de aconsejarle, de enseñarle, para que ella no cometa los mismos errores que yo alguna vez pude cometer. Saben, esto es lo más difícil, y lo que seguramente más nos genera dudas a los que también tienen a sus Beritas: ¿Debo corregirla? ¿Debo llamarle la atención? ¿Debo sancionarla? ¿Qué carajos debo hacer? Son preguntas que martillaban mi cabeza de cuando en cuando. Ahora, mucho menos.
¿Por qué es difícil responder estas preguntas? Bueno, porque en principio ella no pidió tenerme en su mundo. Yo llegue como un intruso para cambiar la vida que ella tenía junto a su madre. Por ese motivo, en un primer momento, las sanciones las impartía su madre (además tiene cara de mala mi Giovanna aunque es muy buena). Pero eso no quiere decir que entre ella y yo no hayamos encontrado paulatinamente la manera de sacar adelante estos episodios. Lo hacemos, claro que lo hacemos, pero, en principio, como dos buenos amigos. Porque creo que si un Papá no es amigo de sus hijos va muerto. Para eso, mis viejos son mi mayor ejemplo.
¿Cuándo lo hacemos? Bueno, acá les hago otra confesión. Lo hacemos los martes por las noches cuando regresamos de la universidad, aunque previamente vamos a comer chifa o hamburguesas, a veces solos, la mayoría de veces con los amigos de mi Berita. Porque debo decirles que soy un viejo querendón con sus amigos. Lo hacemos luego de las clases en la universidad porque yo he tenido la suerte que muy pocos hombres tienen. Yo he sido el profesor de Derecho de mi hija.
¿Cómo es la vida no? Y yo que cuando era adolescente no quería estudiar Derecho, no solo terminé titulándome de abogado, para luego convertirme en profesor universitario, sino también enseñándole a mi hija mayor, a mi Berita, a ese ser humano noble a quien su madre y sus abuelos criaron para ser la alegría de su casa. Porque debo reconocerlo: mis suegros no solo son dos grandes abuelos para mi Rafaella. Ellos han sido extraordinarios padres para mi Berita. Para ellos toda mi admiración y gratitud.
Pero volviendo a nuestras charlas con mi Berita, sobre todo a esas post conflicto, las que a veces ella trata de evitar con amagues de futbolista brasileño, pero que no lo logra porque como yo siempre se lo digo: “Lo que tú haces yo ya lo hice”, debo admitir que son nuestros momentos de mayor acercamiento.
Creo que han sido esas charlas los espacios en los que alejados del mundo, y sin la necesidad de mantener las caretas que todos portamos cuando estamos en público, nuestra relación paterno-filial se fue consolidando. Porque creo que mi Berita no solo quería a un Rafa, a ese gran amigo con el que se ríe y juega, ella esperaba mucho más.
Es más, en su infinita bondad, creo que ella deseaba que yo me ganara el derecho de llamarla hija, y para ello, debía comportarme como la hace un verdadero padre, y eso supone estar atento a las señales que nuestros hijos nos dan. Eso supone abrazarlos cuando necesitan un abrazo, besarlos cuando necesitan un beso, o aconsejarlos cuando necesitan un consejo. Sé que a veces, por múltiples preocupaciones que uno tiene en la cabeza, no lleno todas las expectativas de mi Berita en este terreno. Pero quiero que sepa que cuando me doy cuenta de ello soy yo el que siente un vacío en el corazón. Y por eso la busco, y le cuento un chiste. Esa es mi manera de decirle lo siento.
Bueno, termino esta columna porque mis chicas ya me llamaron tres veces para salir a almorzar. Será otra oportunidad para conversar y para convencernos, aún más de lo que ya estamos, que la felicidad es una decisión, una que mi Giovanna y yo tomamos cuando decidimos dejar de ser un trío para convertirnos en un cuarteto y encargar a mi Rafaella, para que se convirtiera en la muñeca de mi Berita, mi hija mayor que hoy cumple 20 años, y que me dio el mejor regalo del mundo el día que empezó a llamarme Papá.