Punto de Encuentro

El sexting, y la satisfacción de la cultura

El sexting pandémico es la satisfacción de la cultura. Es la revisión del psicoanálisis, del malestar y de la culpa. En este artículo, el sexting es la práctica del sexo a través de la tecnología de la comunicación, principalmente del celular, y con mayor episodio durante el confinamiento social pandémico. Sigmund Freud, en El malestar en la cultura, dice que para entender lo infeliz de la sexualidad se debe "situar al sentimiento de culpa como el problema más importante del desarrollo cultural, y mostrar que el precio del progreso cultural debe pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa". Tiene razón, como Herbert Marcuse y Jacques Lacan, los otros teóricos del malestar de la cultura. Sin embargo, el sexting revisa al psicoanálisis, pues es el reordenamiento del “eros” o instinto-objeto, y del “thanatos” o instinto-ego. La pulsión del sexting puede ser la de la vida, y no necesariamente tiene que ser la de la muerte. Para el psicoanálisis, las pulsiones del “eros” son restringidas por la cultura moderna y sus diversos mecanismos. Pero, en el sexting pandémico la contradicción entre pulsiones y cultura casi desaparece, pues tiene que ver con que el sujeto se resuelve casi por completo en la esfera privada de la vida y, por tanto, el lazo social tiene una naturaleza distinta al de la sociedad moderna y “normal”. La esfera pública de la vida restringe el eros, pero la sociedad pandémica y “anormal” lo incentiva. El confinamiento social casi disuelve el ego y, por tanto, el malestar cede ante el goce de la cultura. La sublimación, como forma de descarriar la sexualidad, ya no representa la relación entre sexo y cultura. En pandemia, el cuerpo es fuente no sólo de sufrimiento médico, sino también de goce sexual. Marcuse encuentra que en épocas pre pandémicos se habría producido una deserotización de la vida, una catexia libidinal, pero en el tiempo pandémico ha resurgido el sexo. El sexting es la erotización de nuevo tipo, pues es el deseo en el “no lugar” de los cuerpos. Es la disolución del espacio, del tiempo. Es la inmediatez casi absoluta. Una fantasía erótica en la heterotopía. El sexting modifica la aprehensión del cuerpo del otro: Subyacen únicamente los sentidos del oído y de la vista, pero se pierden los del tacto, del gusto y del olfato. Pensar que este último, históricamente, ha sido considerado como el primer sentido del sexo. El sexting lo modifica casi todo: Es estar y no estar, a la vez.

El hombre pandémico, confinado, no puede ser sujeto freudiano en este sentido. Puertas adentro, no puede ser sometido a moderar el goce. Sigue erotizando el trabajo, pero convertido en teletrabajo. Por supuesto, tiene angustias, pero se evapora la angustia del deseo sexual. El confinamiento incentiva las pulsiones sexuales, y atenúa el sentimiento de culpa. Lacan sostiene que la exclusión del sujeto es la condición fundante de la ciencia; pero, definitivamente, la inclusión del sujeto y su sexualidad es parte de la tecnología de la comunicación, y especialmente del celular. El mejor discípulo de Freud efectúa la distinción entre las sexualidades pre moderna y moderna, a partir de la diferencia de la pulsión. Pero, la pandemia es el inicio de una nueva edad en la historia de la sexualidad. En el caso del sexting, la tecnología no oprime, sino que da felicidad. El celular es el lugar, y el “no lugar”, entre el sujeto y su deseo. El sexting pandémico es el psicoanálisis al revés, es la satisfacción de la cultura.

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