¿Qué representa Mirtha Vásquez en los objetivos del actual Gobierno?
La pregunta también incide en una realidad cada vez más palpable en nuestra realidad nacional: el presidente de la República tiene peso subatómico en comparación con el rol preponderante que muestran los primeros ministros desde el día uno de la nueva administración Castillo. Sabido es que para comunistas en el gobierno importa poco el revoltijo de sus funciones, con tal de cejar en su meta principal: salvo el poder y la nueva constitución, todo es ilusión.
Por eso, queremos indagar en el criterio y la intención empleados para la designación de la actual presidente del Consejo de Ministros. El motivo más urgente fue, sin duda alguna, la mesura a mostrar como compensación por los dos meses excesivamente conflictivos de Guido Bellido. Pero, a tres semanas de asumir el cargo como jefa ministerial, Vásquez se encuentra en su más difícil encrucijada: ¿Realmente la población percibe en ella la prudencia anunciada? ¿El reciente repunte del dólar no es, acaso, indicador de que en el Ejecutivo aún existen impulsos que no han sido refrenados?
Asimismo, todo indica que a Mirtha Vásquez poco le interesa contribuir con la desestabilidad política nacional. El suyo es un gabinete que prefiere el mensaje efectivo y cortoplacista (Francke como máxima expresión), pero que no piensa en las consecuencias a mediano o largo plazo. Observemos en esta oportunidad el papel desempeñado por Vásquez en los últimos días a razón de los acuerdos ratificados en Pisaccasa, Cotabambas, de la forma más secretista y veloz.
EL CONFLICTO: SU MEJOR ARMA
Una preocupación latente es que, hasta el momento, luego de casi tres meses de gestión, no hay una persona designada para que asuma la Secretaría de Gestión Social y Diálogo que depende del Viceministerio de Gobernanza Territorial. Eso en términos de gestión pública es preocupante porque 198 conflictos sociales a nivel nacional (de los cuales 142 están activos y 56 latentes, según Defensoría del Pueblo) están escalando directamente hacia la primera ministra Mirtha Vásquez.
No sorprendería que, de conseguir los votos anhelados en el Congreso de la República, la actual premier saque provecho a escenarios maniqueos con ejes tales como costa contra sierra, minería contra comunidad y otros más como escudo protector ante las críticas de un gabinete que no ha demostrado diferencia sustancial en la inoperancia con respecto al anterior. Lejos de procurar mayor calma, es quizás para Mirtha Vásquez una gran oportunidad valerse del embalse de la conflictividad social para extender su figura -primero- por todo el corredor minero, que abarca provincias de Cusco, Apurímac y Arequipa, donde ya hay caldo de cultivo suficiente para la detonación de próximos enfrentamientos.
Recordemos que, desde antes de la asunción de Pedro Castillo al poder, varios altos mandos de Perú Libre -incluyendo Bellido- hicieron decenas de ofrecimientos que durante su gestión no se interesó en solucionar, sino únicamente en agitar en sendos discursos confrontacionales. Esta fórmula terminó por generar una serie de expectativas que se han ido agudizando en relación a los reclamos de las comunidades en diferentes partes de nuestro país.
Una estrategia bien pensada: Sin importar quién obtenga el fajín primer ministro, mantener en permanente zozobra al país a través de la activación/desactivación de conflictos a escala local regional o nacional, si les hace falta.
¡CUIDADO QUE TE QUEMAS!
Toda esa construcción política podría verse complicada cuando las demás comunidades también empiecen a exigir la solución de sus demandas acumuladas, año tras año.
Solo por mencionar, nuevamente, al Corredor Minero del Sur y la situación que acaece in situ: Aquí, encontramos más de 208 mil peruanos y peruanas, en 3 958 centros poblados, de los cuales sólo el 1.1%, es decir, 43 centros poblados tienen los cuatro servicios básicos (agua, saneamiento, luz e internet), tal como lo informa el propio Ministerio de Inclusión Social.
Esta situación requiere de acción inmediata e integral de un Estado preocupado por cerrar brechas. Sin embargo, sabido por todos es que ni la cabeza del Ejecutivo ni la encargada de liderar el gabinete tienen la más mínima intención de encontrar solución real a estos problemas; contrariamente, decidirán cuándo les conviene atender los pliegos de reclamos populares.
Para un gobierno sin capacidades de gestión, esta jugada es muy riesgosa. Sobre todo, cuando en un mismo grito se encuentren el campo y la ciudad. ¿Podrá el gobierno de Castillo – Vásquez contra eso?