Incluso los más grandes sanguinarios tienen derecho a representación legal ante veredicto judicial, porque así se garantiza que la condena impuesta sea justa, no un abuso ni un exabrupto de la autoridad.
La cúpula de Sendero Luminoso (SL) tiene, por fin, sobre sus hombros una condena justa. La pena privativa de su libertad se extenderá de manera perpetua, por cargos procedentes del atentado de Tarata (Lima, 1992).
Luego de esta condena, los deudos de este atentado pueden reposar tranquilamente parte del espíritu. ¡Después de veintiséis años se ha hecho justicia!
Memoria histórica obliga. Se hace necesario, entonces, recordar que:
Además de atentados con anfo y dinamita, fusilamientos, degollamientos y genocidio (contra el pueblo ashaninka, por ejemplo) practicados por el grupo terrorista, demuestran que SL nunca tuvo como real consigna remecer los cimientos de un sistema para procurar la instauración de un régimen de participación popular.
Sus objetivos demenciales estuvieron siempre contra el pueblo: policías, campesinos, pueblos originarios, mujeres y niños, así como autoridades legítimas de partidos democráticos de gran representación ciudadana, en décadas anteriores, como Acción Popular o el APRA, fueron blanco de abyectos métodos camboyanos bautizados como marxismo – leninismo – maoísmo - pensamiento Gonzalo que hoy en día agrupaciones como el MOVADEF y derivados siguen profesando a las nuevas generaciones.
Sendero Luminoso arraigó en el Ande y llegó a la capital en sendos gobiernos dictatoriales de Velasco Alvarado y Morales Bermúdez, desde principios de los 70 y de Alberto Fujimori, a inicios de los 90, respectivamente. Regímenes que, lejos de ejercer la autoridad indiscutida para lograr el retroceso de las vanguardias guerrilleras, causaron lesiones profundas en instituciones capacitadas para la prevención delictiva o para la aplicación de métodos eficientes de disuasión.
Por eso, en Democracia (1989), se crea el Grupo Especial de Inteligencia del Perú (GEIN) que se convertirá en el real artífice de la captura de la cúpula senderista y del desbaratamiento de la estructura partidaria de SL, aunque ex dictadores y ex asesores quieran lucir laureles ajenos.
La Democracia ha vencido una y otra vez. Esta vez, hemos ganado la batalla militar y, ahora, también la batalla legal contra el terrorismo. Solo en Democracia se obtendrá más victorias. Que no nos ganen la batalla final: la batalla política.