Por: Luis Alberto Quispe
Es cierto que en los últimos años la temporada de estiaje se está prolongando cada vez más debido a varios factores. Uno de los principales motivos es el cambio climático global, sumado a los efectos del Fenómeno de El Niño, que, en efecto, agudizan esta crisis hídrica que no es nueva y es cada vez más recurrente. Además, la deforestación y la sobreexplotación de acuíferos también están contribuyendo a este fenómeno.
Se escucha voces ligeras decir que “esta inminente crisis es plena culpa de las empresas mineras, que atribuyen toda el agua en las zonas altas y que por consiguiente desabastecen a las actividades del campo y la urbe”. No es así, es muy simplista afirmar ello, sin antes entender el impacto que tiene la minería formal y responsable, la informal e ilegal con el medio ambiente. Haciendo énfasis en lo mencionado, la minería formal cumple con las regulaciones ambientales vigentes a través de tecnologías que tratan el agua de su actividad para que posterior a ello, se recircule de nuevo o se devuelva al medio ambiente el liquido elemento en optimas condiciones. En cambio, la minería informal y ni que decir la ilegal, no son supervisadas ni fiscalizadas por nadie y depredan su entorno, contaminando el agua con soluciones venenosas y deforestando el ecosistema. Además, es sabido que la minería ilegal es un problema latente, pues es aliada del narcotráfico y lavado de activos, que les roba a los peruanos alrededor de S/ 23,700 millones, que es casi la mitad del presupuesto destinado a educación (S/ 46,506 millones).
Volviendo las miradas en la problemática de las prolongadas épocas de estiaje, es paradójico abordar esta crisis, puesto que, por un lado, el territorio peruano es el octavo país con mayor disponibilidad de agua en el planeta -unos 2 billones de metros cúbicos anuales- pero la mayor parte discurre por los ríos amazónicos, casi sin uso, hacia la vertiente del Atlántico. Por otro lado, el agua aprovechable en la costa y sierra -que fluye hacia el Pacífico- es apenas el 2% de la oferta total, pero atiende al 65% de la población, espacio geográfico donde se genera el 80% del producto bruto interno. En cuanto a las aguas disponibles, según ANA (Autoridad Nacional del Agua), casi el 80% de agua se destina al sector agrícola, el 12% se destina al consumo humano, 6% en la industria y solo el 2% en otras actividades como minería y energía. Y si hablamos sobre el consumo del agua, según INEI, solo el 61.4% de peruanos tiene acceso al agua potable las 24 horas y el 30.3% tienen acceso al agua solo por horas. Por lo tanto, esta problemática descrita analíticamente, se debe combatir con proyectos públicos y privados de gran envergadura como la infraestructura y tecnologías hídricas, de la mano de la concientización del consumo responsable del agua en la población. Materia que no es de interés primario en la clase política actual, ningún posible candidato presidencial, congresal, regional o municipal, se pronuncian con sus planes de acciones ni propuestas para abordar esta problemática. Creo que, la población debe de fijar las miradas a candidatos que tengan propuestas claras de este tema y no a personajes populistas que derrochan dinero en campañas y compra de votos.
En el mediano y largo plazo, la inversión en todos los niveles de gobierno debe estar enfocada en proyectos de infraestructura hidráulica como centrales hidroeléctricas -pues, a la vez de almacenar agua es fuente de generación de energía para los pueblos más alejados-, la construcción de reservorios y presas, canales y sistemas de irrigación automatizados y precisos. Incluso, en las regiones costeras, considerar la instalación de plantas desalinizadoras para diversificar las fuentes de agua.
En tal sentido, la finalidad de promover proyectos hídricos, es para facultar el crecimiento de la agricultura, impulsar nuevas inversiones y generar empleo. Además de almacenar agua en épocas de lluvia para luego dotar a las poblaciones en las temporadas de estiajes. Sin embargo, no es posible que, hasta ahora, proyectos como Majes Siguas II, Pasto Grande y Vilavilani, en el sur del Perú, o, Chavimochic III en La Libertad, sigan sufriendo el flagelo de la burocracia.
Estoy convencido que, es el momento de explotar el gigantesco recurso hídrico que tiene nuestro rico y extenso país, que nos permita subsanar los grandes problemas de acceso al agua y continuar con el milagro del agro. Es una tarea ardua que se requiere el trabajo conjunto del estado, el empresariado y la población. ¡Agua si, recursos minerales si!