Mientras el mundo pone su atención en los Juegos Olímpicos de París 2024, un evento que celebra la excelencia deportiva, surge la oportunidad de reflexionar sobre el papel del deporte en nuestras sociedades. Más allá de los logros atléticos, estos Juegos Olímpicos nos invitan a considerar cómo el deporte puede servir como una herramienta poderosa para la inclusión social y la educación, especialmente en contextos universitarios.
En el Perú, la Ley Universitaria N° 30220 reconoce desde 2014 la importancia del deporte como parte integral de la formación en la educación superior. Sin embargo, a casi una década de su promulgación, la realidad muestra que su implementación efectiva sigue siendo un desafío. El deporte, que podría ser un medio para fomentar la equidad, la cohesión social y el desarrollo personal, está relegado en muchas instituciones universitarias debido a la insuficiencia de recursos y apoyo estatal.
A menudo, el deporte es percibido como un lujo o una actividad extracurricular opcional, cuando en realidad tiene el potencial de ser un motor de inclusión social. En un país donde las desigualdades socioeconómicas son palpables, el acceso a programas deportivos en las universidades podría nivelar el campo de juego, permitiendo que estudiantes de diversos orígenes compartan experiencias, desarrollen habilidades de liderazgo y resiliencia, y fortalezcan su sentido de comunidad.
Sin embargo, la inversión en deporte dentro de las universidades es escasa. Con menos del 1% del presupuesto nacional destinado al deporte, se están perdiendo oportunidades valiosas para utilizar el deporte como una herramienta educativa y social. Las universidades, con mayores recursos, podrían no solo mejorar sus instalaciones y programas deportivos, sino también desarrollar iniciativas que promuevan la inclusión y la participación activa de todos los estudiantes, independientemente de su origen socioeconómico.
Un enfoque más inclusivo y equitativo del deporte en las universidades también podría ser un catalizador para el cambio social. Al integrar el deporte en la vida universitaria de manera más profunda, se podrían generar espacios donde se derriben barreras sociales, se fomenten relaciones interculturales y se promueva el respeto por la diversidad. Esto es especialmente relevante en un contexto como el peruano, donde las desigualdades educativas y sociales persisten.
Además, la participación en actividades deportivas tiene un impacto directo en la salud física y mental de los estudiantes, mejorando su bienestar general y, por ende, su rendimiento académico. El deporte puede enseñar valores fundamentales como la disciplina, el trabajo en equipo y la resiliencia, habilidades que son esenciales no solo en la vida universitaria, sino también en el ámbito profesional.
París 2024, por tanto, no solo debería inspirarnos a valorar el deporte por sus aspectos competitivos, sino también por su capacidad para transformar vidas. En el contexto universitario peruano, esto significa repensar cómo se percibe y se integra el deporte en la educación superior, y cómo se puede utilizar para promover una sociedad más inclusiva y equitativa.
En conclusión, los Juegos Olímpicos de París 2024 son un recordatorio oportuno de que el deporte tiene un papel crucial en la formación de individuos y comunidades. En el Perú, es hora de tomar en serio este potencial y hacer del deporte un componente central de la experiencia universitaria, no solo como un medio para alcanzar la excelencia deportiva, sino como una herramienta para la inclusión social y el desarrollo integral de nuestros jóvenes.