Punto de Encuentro

Cobardía digital

Por Antero Flores-Araoz

En estos tiempos de la era informática o digital en que vivimos, la cobardía de tirar la piedra y esconder la mano, de añeja recordación, ha tomado como herramienta para los libelos y panfletos, nada menos que a las redes sociales tan en boga en nuestros días.


Antiguamente la cobardía para los agravios se circunscribía al lenguaje oral, gritando a hurtadillas y sin dar la cara o, soltando calificativos despectivos o insultantes sobre las personas, los que, sin necesariamente ser veraces, corrían de boca en boca perjudicando a los afectados.

Lo que fue en sus inicios de carácter oral, con la escritura pasó a ella e, incrementó las herramientas para atentar contra el prestigio, reputación y buen nombre de las personas, lo que obligó a los legisladores a concebir los delitos contra el honor de aquellas, como son la difamación, injuria y calumnia. Evidentemente cuando los agravios escritos no tenían expuesta su autoría, había que investigar para identificar a los actores y recién intentar que fuesen procesados y sancionados, lo que no sucedía cuando se escondían y refugiaban cobardemente en el anonimato.

En los tiempos en que vivimos, con las computadoras, Internet y redes sociales, las posibilidades de lanzar calificativos agraviantes han crecido hasta el delirio y la difusión hacia el infinito. Con la herramienta cibernética y las redes sociales, se clonan identidades cuando no se esconden y, las posibilidades de actuar delincuencial y cobardemente se han incrementado.

Fácil es ocultar la cara para impedir la identificación de los agresores que agravian con sus expresiones y comentarios, no solo soeces, sino muchísimas veces falsos. Ésa aborrecible costumbre se hace más frecuente en las campañas electorales, en que a los candidatos que no son de la simpatía de los agresores verbales, les imputan cualquier cantidad de inconductas y vicios, sin siquiera haber investigado.

Como el vehículo contemporáneo para los agravios a los que nos referimos son las redes sociales, la velocidad de la propagación de los calificativos insultantes diríamos que es casi sideral, lo que hace más grave aún los infundios. Si los transgresores de los derechos sustantivos al buen nombre, prestigio y reputación, diesen la cara, sería fácil procesarlos, pero lamentablemente prefieren el cobarde anonimato.

Probablemente hay personas que por sus inconductas podrían merecer los calificativos que les endilgan, pero las reglas de urbanidad y comportamiento deben por lo menos llevar a quienes usan el lenguaje, a evitar los improperios e insultos.

No podemos olvidar, que quienes repiten como loritos, todo lo que les cae en manos a través de las redes sociales, sin indagar sobre procedencia o veracidad, generan mucho daño.  Y, tengamos presente que también a través de cierta prensa irrespetuosa, en que no se expone autoría, se puede también afectar los derechos humanos a los que nos hemos referido y que, sin embargo, no hemos visto reclamar a las organizaciones no gubernamentales que se dicen defensoras de tales derechos.

Recordemos, respetos guardan respetos. 

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