La etapa biológica de la juventud se encuentra enmarcada por alteraciones drásticas de conducta que giran en torno al ámbito en el que se desarrolla el ser humano. Por lo tanto, además de hablar de un tema meramente anatómico, nos referimos a un asunto social. Y es – precisamente – esto último que salvaguarda o condena la integridad y el devenir de la persona.
Julio Ramón Ribeyro representa a un coágulo - no menor - de hombres que, en la etapa mencionada, suelen cuestionar los parámetros bajo los que su existencia divaga. Abarcando desde patrones recurrentes que se encuentran cimentados en meras tradiciones familiares, hasta sistemas económicos que sostienen el desarrollo de una nación. De manera que, nos encontramos frente a una realidad en la que el distanciamiento ante el statu quo configura una frecuente actividad contestataria.
Lo anteriormente descrito lo abordamos, a profundidad, en su obra titulada ‘’Los geniecillos dominicales’’, en cuya sustancia se encuentra gran parte de las primeras vivencias del autor. Estas son narradas con crudeza singular desde la óptica del personaje principal, Ludo, quien transita por la cotidianidad hostigosa que envuelve a un joven menor de treinta años. Es preciso mencionar que, durante este recorrido, el lector se encuentra inmerso en múltiples peripecias que emergen como fruto del resquebrajamiento de la constante.
Introduciéndonos en el contenido de la lectura, afirmamos que el primer grito de disconformidad del personaje es aquel que lo impulsa a desvincularse de su centro laboral, luego de una severa monotonía representada en tres años de servicio. Este hecho acarrea un riguroso examen al entorno que lo rodea. En las calles, en los bares o en las iglesias, los vertebrados peruanos, específicamente limeños, confluyen en una sociedad en la que el libertinaje muéstrase seductor, extendiéndose con él un abanico de posibilidades de los que resulta dificultoso excarcelarse.
La odisea de Ludo Tótem, quien permanece impávido frente a la oscura realidad nacional, continúa en los prostíbulos del recordado Jirón Huatica, en el populoso distrito de La Victoria. Asimismo, el protagonista vuélvese asiduo miembro de un bohemio círculo literario comandado por un docente de su universidad. Posterior a ello, un desbalance económico en su hogar lo obliga a trasladarse a una minúscula habitación, sin obviar los quejidos previos de su madre por vislumbrar la pérdida de sus propiedades. Aunado a lo descrito, Ludo culmina su aventura envuelto en una tragedia en la que acribilla al sujeto que pretende extraerle dinero a cambio de su silencio.
Indudablemente, la novela representa a una generación peruana insatisfecha ubicada en el marco de mitad del siglo XX. Además, atribuye a sus personajes características verídicas de una sociedad sometida bajo la dictadura militar de turno. Son los años posteriores al movimiento migratorio de los andes a la ciudad, que trajo consigo la formación de barriadas y pueblos jóvenes. Esto abarca la transformación de la sociedad y la evolución de la clase media, que aumenta a través del escalamiento de cierto sector perteneciente a la clase baja o que crece en número debido a la marginación que sufren sectores de la otrora clase alta, como es el caso del protagonista.
En suma, en los ‘’Los geniecillos dominicales’’ no solo apreciamos la prosa luminosa de Ribeyro, su incursión en la novela – género literario en el que aportaría dos obras adicionales – o pasajes de su autobiografía, sino comprendemos una parte esencial en la historia de nuestro país. Su lectura nos permite adentrarnos como personajes en la urbe limeña de antaño, evaluar similitudes y diferencias y rescatar elementos prioritarios a fin de analizar la realidad en la que vivimos.