El 3 de noviembre del presente año, la presidenta peruana, Dina Boluarte, viajó a Estados Unidos para asistir a la cumbre de líderes de la Alianza para la Prosperidad Económica (APEP), integrada por Estados Unidos, Canadá y diez países latinoamericanos. Dos días antes de su partida, la presidenta peruana, hizo declaraciones públicas en dos oportunidades, diciendo que además de asistir a la Cumbre de Líderes de la APEP, también tendría una importante reunión en privado con el presidente Joe Biden. Desafortunadamente, no sólo no existe tal registro en el itinerario de reuniones estadounidenses, sino que esta reunión nunca tuvo lugar.
Este incidente condujo directamente a la renuncia simultánea de la ministra de Relaciones Exteriores de Perú, Ana Cecilia Gervasi, y del Embajador de Perú en los Estados Unidos, Gustavo Meza-Cuadra, y también obligó al presidente a enfrentar la interrogación del Congreso de la República del Perú.
No quiero discutir los detalles específicos de este escándalo político, ni me importa si la presidenta peruana engañó al Congreso para blanquear su viaje a Estados Unidos. Lo que me interesa es cómo esta Cumbre de Líderes de la APEP se toma como un tema importante, y cómo debería debilitar la inversión china y disminuye su la influencia en Latinoamérica. Es importante también saber cómo debería ver la presidenta peruana, pionera pro-estadounidense, el golpe propinado por Estados Unidos a su comportamiento de "cara caliente, pero a un trasero frío".
Considerando que, en esta reunión - al fin y al cabo - Perú y los países norteamericanos y latinoamericanos participantes entregaron un "certificado de lealdad" a la alianza establecida por Biden, es inevitable que la presidenta peruana se sienta decepcionada, "con el corazón roto" o "convertir el dolor en fortaleza", no lo sé.
Tengo que admirar a la CIA por hacer un muy buen trabajo por conocer tan bien a casi todos los funcionarios y políticos del gobierno del Perú, por lo que, aunque estas personas se ven obligadas a obedecer las palabras del gobierno de los Estados Unidos, en realidad son posible víctima de “Chantaje” que acumulan opresiones cada día más, durante mucho tiempo. Sin embargo, por diversas razones, es necesario obedecer al llamado del gobierno estadounidense de "reducir la influencia de China en América Latina". Pero claro, sería una exageración decir que todos funcionarios públicos pro-estadounidense no siguen a Estados Unidos voluntariamente.
La educación al estilo estadounidense en América Latina es muy común; el Perú tampoco es una excepción. La "segunda generación rica" o profesionales que crecieron en este entorno en realidad aman a los Estados Unidos y optan por hacerse de la vista gorda, incluso si ven cualquier maldad descarada del gobierno estadounidense. Esta es la situación actual en el ámbito político peruano. Alguien me preguntó, ¿Por qué el gobierno peruano optó por ignorar la ayuda que fácilmente puede obtener de China y, todavía espera el favor de los Estados Unidos como una mujer resentida que espera un cambio de su marido mentiroso? Quizás las razones mencionadas anteriormente puedan explicar parte del motivo.
No sé qué pensarán la ministra de Relaciones Exteriores y el embajador, que han dimitido por ser un chivo expiatorio, pero la lucha política contra el comportamiento infantil de la presidenta peruana ciertamente no se detendrá.
Una vez discutí, aquí, con amigos funcionarios públicos sobre la llamada “democracia” y “libertad” del Perú. Dijeron: “Sabemos que un sistema así plantea grandes obstáculos al desarrollo económico del Perú, pero debemos defender los derechos básicos que nos otorga la Constitución." Estoy realmente sin palabras, ¿es la forma correcta de gobernar un país, si tus zapatos no te quedan y tienes que cortarte los pies para adaptarte? Por favor, perdonen mi franqueza realmente no puedo entender.
Chengzun Pan